El espectáculo en que participamos
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El espectáculo en que participamos
¿A quién no le gustaría tener la suerte de una saltillense que se sacó el premio de visitar a Houston durante ocho días, asistir a al estadio y presenciar el Super Bowl con todo pagado: viajes, hotel boletos y comidas?
Se afirma que ese evento es el que tiene más espectadores en el mundo. Este año ese juego ha sido superado por todo el asunto de Trump, sus decretos e iniciativas. Él es mucho más que un espectáculo. Tiene pendientes a millones en todo el mundo desde primeros ministros, presidentes, intelectuales, empresarios millonarios, hasta modestos ciudadanos y migrantes. La suerte de todo el mundo está vinculada de tal manera a sus decretos e iniciativas que afectan a los bolsillos y al progreso individual muchísimo más que la anotación de un touchdown.
De espectadores pasivos y comodinos, nos ha vuelto espectadores activos y participantes, con nuestros miedos y preocupaciones, en observadores diligentes que tratan de leer un poco del futuro cercano en los gestos, discursos, enojos y sonrisas del Presidente de un país que hasta ahora ha sido considerado el adalid de la democracia, de la libertad, de los derechos humanos.
Sin embargo, aunque parece que Trump es el personaje principal de este espectáculo (teatro, circo, drama, tragedia… no sé cómo llamarlo), no es así. Después de las afirmaciones desconcertantes de su campaña, refrenda unas posiciones antagónicas con el EU humano, benevolente y libertario, con ese mito con el que todos crecimos y admiramos. Las posiciones de racismo, intolerancia, antimigrante y autoproteccionista que ejecuta rompen lo justo y razonable de las relaciones internacionales (comerciales y políticas), y determinan los tratados y acuerdos únicamente conforme a sus intereses. Este es otro EU; real, ejecutivo, paranoico y con actitudes gravemente hostiles no sólo al terrorismo, sino al resto de la humanidad que no se subordine a sus intereses.
Obviamente estoy describiendo a un 40 por ciento de los americanos que parecía que ya no existían en el espectáculo, pero en realidad siempre han estado ahí, vencidos y marginados por una corriente respetuosa y promotora de todos los humanos sean ciudadanos o no sin distinción de raza, religión o género.
Esta realidad de dos EU no es una desgracia ni una tragedia, es simplemente una realidad con la que el mundo (y México especialmente) tiene que aprender a relacionarse. Lo nuevo no consiste en que aparece un ser demoníaco o sociópata con poderes supraterrestres. Donald Trump simplemente es un capitalista radical apoyado por un sistema capitalista radical que gobierna desde Wall Street (un wall que existe desde hace mucho) y que siempre que ha estado en el poder ha gobernado de esa manera aunque con un guante blanco que no porta Trump.
Hace décadas que participamos en ese espectáculo capitalista de manera pasiva, pero interesada cuando nos conviene y sufrida cuando nos dan garrotazos e invasiones. Hoy somos no solamente espectadores, sino actores cuya suerte va de por medio. El resultado de esa obra capitalista depende de nosotros, sobre todo de a quien elijamos para que no sea un títere arrodillado y mantenido por ese sistema. Trump y su sistema seguirán siendo el mismo, pero nuestro Presidente y gobernantes pueden ser diferentes a los que hemos elegido. Nuestra suerte está en nuestras manos, no en las de Trump. Dejemos de ser espectadores asustados por las fechorías de Trump y cuando menos hagámonos responsables combatientes. De la corrupción criminal que está destrozando la dignidad, la fortaleza moral y económica, y la conciencia social de nuestro País.