Los 2 Estados Unidos

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El viernes temprano caminé por varias calles hacia el Capitolio. Durante todo el trayecto avanzaba con miles de manifestantes anti-Trump hasta que atravesé los estrictos controles de seguridad. Metros más tarde, aunque la intensidad de los gritos era la misma, el contenido de los mensajes era pro-Trump.

Allí, y cobijando la cara poniente del Congreso estadounidense, miles de seguidores del nuevo Presidente festejaban el triunfo de su proyecto de nación. Para ellos, llegaba el día que habían estado esperando. Las palabras del Presidente hacían eco de sus más profundas convicciones y motivaciones para votar por el candidato republicano: la importancia de la religiosidad en sus vidas y en la política; la protección de la frontera, la erradicación del terrorismo radical islámico; la defensa de los empleos existentes y creación de nuevos –con la bandera del proteccionismo comercial y bajo la consigna de “compren estadounidense y contraten estadounidenses”. Fueron esos ciudadanos que sí tienen voto, pero no una voz en medios de comunicación liberales y que no se sentían representados por Washington y que no veían sus intereses reflejados en las prioridades de los políticos tradicionales, los que eligieron a Trump. Ese fue un día de festejo para ellos.
La Marcha de las Mujeres. Al día siguiente, todos los medios de transporte, aeropuertos, metro, trenes se encontraban completamente abarrotados. Cientos de miles de mujeres de todas las edades. Algunas habían protestado desde los 60; para la mayoría era la primera vez.

“Gracias por comprender –dijo la legendaria Gloria Steinem– que algunas veces debemos mostrar con nuestra presencia dónde están nuestras creencias. Algunas veces presionar send no es suficiente”. En esa marcha hablaron mujeres de todas las causas y todas las voces que se sintieron –o estuvieron– excluidas de la campaña de Trump: inmigrantes, musulmanas, afroamericanas, de la comunidad LGTB y mujeres que como Gloria Steinem señalaban que llevaban 40 años o más defendiendo las causas feministas.

En la marcha me encontré a una mujer cuya pancarta decía –en español–: “Gracias México por todos los trabajadores indocumentados que sostienen este país”. Muchos me dijeron: no están solos. Estamos tan concentrados en la figura de Donald Trump –por obvias y entendibles razones– que poco nos fijamos en la gente que lo ama o lo odia.

Este fin de semana pude estar cerca de ambos polos. Qué piensan, en qué sueñan, por qué lo aman y por qué lo odian. Forman parte de los dos Estados Unidos que hoy están más divididos que nunca, pero que vale la pena hacer el esfuerzo en la parte que como ciudadanos nos corresponde hacer: en plena era digital, usar las redes sociales para comunicarnos de manera efectiva con nuestros vecinos del Norte.