América para los americanos
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América para los americanos
Si Trump conociera de la historia del país que ahora encabeza, sabría que los únicos auténticos americanos de los EU son los
A la memoria de Jorge Oyarzabal Aguirre
La frase que da título a la columna ha sido utilizada durante casi dos siglos en diversas formas, no necesariamente con esas cuatro palabras, pero sí su sentido. En un momento dado fue expresión de la rebelión de los colonos de las 13 colonias que conformaron luego los Estados Unidos de América. Los que habían llegado al nuevo continente habían huido, en su mayoría, de dos flagelos: la persecución religiosa y el hambre. Pensar que tras la Reforma luterana los protestantes constituían una unidad es equivocado. De la Reforma surgieron grupos que se apartaban de la ortodoxia luterana. En Inglaterra se crearon no menos de ocho opciones cristianas, con la añadidura de que cada una consideraba tener la verdad y atacaba a las demás. El ataque, por supuesto, no consistía en discutir un dogma o una interpretación de la Escritura, sino en matarse unos a los otros. En la Inglaterra del siglo 16, las masacres de católicos fueron seguidas por matanzas de calvinistas y luego de anglicanos. Enrique VIII mató católicos, su hija María asesinó anglicanos, la que siguió en el trono, a calvinistas. Era casi el juego de la silla ocupada.
Huyeron de las persecuciones los grupos cristianos débiles, minoritarios. A las costas de Virginia llegaron los famosos Padres Peregrinos, de religión puritana. En América eran dueños y señores de la tierra y de sus propias creencias. Pero cuando llegaron los cuáqueros, los puritanos se divirtieron asesinándolos, colgaron a varias mujeres volteando hacia Europa y les cortaron las orejas a otras. Los puritanos fueron tan intolerantes como los católicos, luteranos y calvinistas.
Los Padres Peregrinos no habían experimentado los rigores del invierno del norte americano. A punto de la muerte por hambre fueron salvados por los indígenas. Éstos les dieron tres alimentos que aquéllos desconocían: pavos, calabaza y maíz. Sobrevivieron. Luego empezaron a invadir las tierras indias. Y no tardaron en masacrar a los que los habían salvado. (Consulte a Dee Brown, “Enterrad mi Corazón en Wounded Knee”). Los puritanos llevaron a cabo el ideal: América para los americanos. ¡Grave error informativo: ellos eran ingleses, los únicos americanos eran los indios!
Ahora que Donald Trump vuelve a recoger la expresión, habría que recordarle que él mismo desciende de migrantes pobres venidos de Alemania. Y que no olvide que una parte enorme del territorio de su país era en un tiempo español y luego mexicano y que a México, en un acto de piratería, le arrancaron dos millones de kilómetros cuadrados. (Esto no lo digo yo, lo dijo la gran historiadora Josefina Vázquez, y lo hizo en territorio americano, con la amenaza de ser expulsada, de lo cual se burló). Y los hispanos que quedaron atrapados tras la invasión americana de 1846 serían los verdaderos dueños del suroeste de ese país. La pregunta queda en el aire: ¿quiénes somos americanos?
Quiero recordar al lector que el concepto fue constantemente utilizado durante las distintas guerras de independencia americanas. El padre Miguel Hidalgo hizo referencia gritando ¡Viva la América!, al igual que Miguel Ramos Arizpe, quien se refería a los americanos (“Diario de los Debates”). Y recuerdo a un tlaxcalteca de Coahuila que fue encarcelado en 1816 (antes de ser independientes) porque gritó “¡Viva la América y la Virgen de Guadalupe!”
Si Donald Trump conociera un poquitín de la historia del país que ahora encabeza, sabría que los únicos auténticos americanos de los Estados Unidos son los indios a los que los ingleses, irlandeses, alemanes, rusos, suecos y franceses se dedicaron a matar en uno de los exterminios más vergonzosos de la historia humana.
Es difícil saber qué sigue tras el discurso de toma de protesta. Por lo pronto podemos observar que fue demasiado ofensivo. Parece increíble que haya amenazado a migrantes, a islamistas, a fabricantes, etcétera. Acerca del ingreso de drogas a su país, la cosa sería sencilla: que acabe él con los drogadictos norteamericanos, que son los que promueven el narcotráfico. Tras ese discurso incendiario nos queda esperar a ver la conducta de nuestro presidente Peña.