¿Historietas o cómics?
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¿Historietas o cómics?
El mundo cambia, los jóvenes cambian. Y hoy, con las redes sociales que todo lo pudren, el cambio es en segundos. Por ello, los jóvenes suelen regodearse en su ignorancia. Ya cuando descubren su error, no aciertan a contestar. Hay una anécdota vieja que ilustra lo anterior. En el bello Distrito Federal (parece que hoy se llama Ciudad de México), en la redacción de un diario, un recién egresado de una escuela de Comunicación o Letras, da igual, se presentó a pedir trabajo. El viejo y zorro coordinador editorial de la sección de Cultura le pidió un trabajo de ensayo sobre arte. En un día, el joven egresado cumplió.
Tiempo récord, sin duda. Le pidió ahora un trabajo sobre el Barroco. Al siguiente día, el joven llegó con cuatro cuartillas. Ese día le pidió un ensayo sobre el arte del Renacimiento. Al día siguiente, allí estaba el joven feliz entregando su trabajo. Uno más: que escribiese sobre el arte y arquitectura del grupo y movimiento de los llamados y temidos “Templarios”. Pues sí, el joven egresado sólo necesitaba un día para volverse especialista en cualquier tema. Harto, el jefe de redacción le pidió un texto sobre el “Arte Acá”. Pasó un día, nada. Dos, tres. Cuatro, cinco. Luego de más de una semana, el joven de la pomadosa Universidad llegaría compungido y, de plano, le dijo al coordinador: “oiga, pero es que ese tema no existe. No está en internet”. Claro que no, es arte de la vida real, digamos. Fue el arte que lanzaron varios artistas del barrio bravo de Tepito, en el DF, y así lo bautizaron: “Arte Acá”. El joven nunca más regresó a la redacción de dicho diario defeño.
El preámbulo sirve para contextualizar el comentario de hoy. Caray, como dice el viejo adagio, aquel viejo refrán que se cumple a la letra: todo tiempo pasado fue mejor. Hubo una época, un tiempo en que eran historietas, no “cómics”; decíamos “autos chuecos”, ilegales, no “autos chocolates”; los mariguanos de los barrios bravos fumaban un “churro”, no un “porro”. En mi época eran “braceros”, no inmigrantes. En fin, los ejemplos son interminables, pero lo anterior sirve como contexto para ver cómo se ha ido perdiendo el idioma, los giros idiomáticos y jerga norteña para adoptar frases y términos defeños, ibéricos y, sobre todo, palabras y frases sin mayor lustre, una domesticación del idioma para hacernos ciudadanos políticamente correctos. Insisto, viene a cuento por que fui a ver en la barda perimetral de la Universidad Autónoma de Coahuila (UAdeC) una exposición sobre la historieta mexicana: “La Vida de Cuadritos”. Sin duda, una espléndida idea de las autoridades de la UAdeC, encabezadas por el rector Blas José Flores.
Esquina-bajan
Los curadores de la muestra son Francisco G. Haghenbeck y Bernardo Fernández, al parecer se firma Bef o algo así. La muestra pretende ser un recorrido por aquellas historietas, dibujos, series que nos han acompañado en nuestra vida. Lo que decíamos antes eran historietas. “Monitos”, “monos”; ir al cine, a “the movie”, al “mono”. Aquí hay cartelones donde se reproducen dibujos, historietas de “El Buen Tono”, de la revista “Paquín”; aquella historieta que circuló ampliamente, “Los Supersabios” de Germán Butze. No puede faltar en esta recopilación “Rolando Rabioso” de Gaspar Bolaños. El sin par “Memín Pinguín” de Sixto Valencia.
Y claro, todas aquellas historietas con las cuales crecí y me regodeé en su momento: “Lágrimas y Risas”, “Chanoc”, “Fantomas”, “La Familia Burrón”, “Kalimán” y “El Hombre Increíble”. En lo personal, recuerdo a una morena de ébano, con formas voluptuosas, “Rarotonga”. Imagino que nadie recuerda a “Wama” o a “Tawa”. En aquel entonces cuando un varón usaba ese tipo de cabellera un tanto larga y ondulada, todo mundo decíamos invariablemente, te pareces a “Wama”. Es decir, el otro referente era el inconmensurable cantante Rigo Tovar. Sin duda, mejores tiempos, mejores épocas.
Fui a ver los grandes carteles para regodearme con ellos y recordar un poco aquella memoria que se va perdiendo con el paso del imbatible tiempo, una memoria que no quiero perder de mi infancia. Pero, como siempre, grande fue mi sorpresa cuando no vi por ningún lado a mis héroes locales. Es decir, una vez más se privilegia a los defeños, “curadores” se dicen ellos, los cuales conocen, investigan, documentan y entienden que la Nación es tan amplia, como llegar hasta la calle Hamburgo de la Zona Rosa. No, no vi reseñado a “Don Ramirito” del genial Fraga. Tampoco al famoso “Súper Méndez”, el único superhéroe de Monclova y anexas, incluyendo Castaños y San Buena… del tremendo Pablo Latapí.
Letras minúsculas
En fin, qué se le puede pedir a estas generaciones cebados en internet y redes sociales. Mal de a madre los curadores adocenados y pagados por el SNCA. Por cierto, el tal Bef se autoantóloga al final. Puf.