Tigres y la cuesta de enero

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Tigres y la cuesta de enero

Foto: Cuartoscuro

No ha sido la primera vez que Tigres no gana en un comienzo de torneo. De hecho, con el del sábado fue su octavo debut sin conocer la victoria y lleva siete duelos iniciales en fila sin anotar.

Aquí no pasa por qué equipo presente en el arranque de cada torneo, sino que, por lo reiterativo, todo parece estar sujeto a la exigencia y a la cuesta de enero, -y a la de julio también-, juegue quien juegue en la alineación titular y en la condición en que lo haga.

En este caso, el contexto fue diferente por obvias razones: el plantel no estaba completo, pero igual lo suyo fue muy pobre. No pasó por una cuestión de variantes, sino de ritmo y ambición, la misma que con todo su arsenal disponible tampoco supo tener en muchos partidos a lo largo del ciclo Ferretti..

Es por ello que cuestionar a Tigres por su opaco desempeño ante Santos midiéndolo sólo desde las ausencias, es una mirada miope, estimulada muchas veces por una crítica mediática banal.

Porque independientemente de las circunstancias, los arranques de Tigres vienen siendo muy pálidos. Como que se le dificulta entrar rápidamente en sintonía por una serie de factores que coinciden y que le restan contundencia a su juego.

Entre ellos, una actitud más moderada, una intensidad más gradual y menos rigurosa, y la influyente cuestión mental: a la jornada 1 siempre se le califica como “intrascendente” si no se gana, pero “positiva” si lo hacen. Al final del día no es un resultado que vaya a modificar mucho la rutina ni los objetivos.

Aparte, no es un mal exclusivo de este equipo, sino que la mayoría de los rivales acusa un perfil similar en cada inicio. Santos, que se suponía venía más entero físicamente, demostró estar muy joven e inmaduro aún para ser creíble. El equipo del “Chepo” de la Torre fue apenas un bosquejo de lo que quiere ser, siempre y cuando llegue a serlo.

El formato del torneo mexicano también condiciona la exigencia. Nadie saldrá a comerse el campeonato de entrada cuando lo más importante es asegurar la mayor cantidad de puntos en la parte alta de la competencia.

El punto es que Tigres-Santos fue un fiasco durante 75 minutos, pero luego, cuando se quitaron los amarres estrellaron unos disparos en los postes como para avisar de que estaban vivos y jugando, ya casi cuando el partido se moría de impotencia y de frío.

No ha sido un juego para sacar muchas conclusiones. Si acaso sirvió para saber qué trae Tigres detrás de su equipo base, al que suelen denominar “A”, aunque a veces juegue igual como al que el sábado calificaron de “B”.

Es rara esta segmentación que hacen algunos medios sobre Tigres, porque son los mismos que, por un lado y según la conveniencia, presumen el “equipazo” o “plantelazo” que tienen los universitarios, pero a su vez, según la situación, dividen al grupo entre muy buenos y menos buenos. Una incongruencia que confunde más de lo que explica.

Este Tigres, diferente en nombres al que se consagró en Navidad, no se salió de la horma que ya patentó Ferretti, esa que tiene que ver con el control y la circulación. Esta vez no tuvo explosión y su juego fue igual de espeso como al de otros tantos partidos desabridos que ha experimentado en los últimos semestres.

Quizás y dentro de lo evaluativo, se pudo ver al canterano Luis Martínez –antes de su grave lesión- como una valiosa opción para ocupar la central pensando en el recambio generacional. Lo demás pasará velozmente al olvido, como todos los malos debuts que sigue teniendo Tigres, juegue en modo “A” o “Z”.