Gasolina y estabilidad

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Gasolina y estabilidad

Me gustaría poder aplaudir al Gobierno, felicitarlo, agradecerle, pero no encuentro una razón para hacerlo

Aunque acaba de aparecer, el tema está muy gastado. No puedo imaginar cuántos miles de artículos periodísticos, comentarios radiofónicos o televisivos se han presentado. Por tanto es difícil decir algo nuevo o diferente. Sin embargo, el tema se impone por muchas razones que intento comentar.

Personas muy preclaras me han explicado que el alza en la gasolina es bueno para México porque nuestro país deja atrás la economía ficción y se alinea al concierto de las naciones. Dicen que en los años pasados los presidentes no tuvieron el valor para poner orden en las finanzas de la casa. Añaden que la gasolina es un producto que tiene un costo y que debe pagarlo quien lo quiera usar. Lápiz en mano sus cuentas parecen correctas. Es la voz y la lógica del Gobierno. Anoche se atrevieron a demostrar (?) que el kilo de huevo sólo aumentaría cuatro centavos, el de la tortilla cinco y el de frijol tres. ¡Ésos son datos, no fregaderas!

Pero la gente está angustiada, desorientada, enojada: no les entra en la cabeza que el Gobierno no piense en ellos. Al contrario, están seguros de que los está engañando. El Presidente, como si estuviera jugando adivinanzas, declaró que esto traería beneficios a las familias. Muy comprensivo, como lo ha demostrado ser, le bajó a los altos mandos de la burocracia el 10 por ciento de su salario. ¿Y esto qué significa?, nada menos que Enrique Peña Nieto echó gasolina a la fogata para apagarla. Sabemos que la burocracia, toda, se ha estado repartiendo el pastel mientras el pueblo observa hambriento. Los magistrados de la Suprema Corte ganan 12 mil pesos diarios (tomando en cuenta salario y aguinaldo, sin otras prestaciones: gasolina, comidas y viajes). Los perversos funcionarios del Instituto Nacional Electoral que cobran más de 300 mil pesos mensualmente, recibieron 450 mil de aguinaldo, pero acaban de aprobarse alrededor de 530 mil como aguinaldo de 2017. Los sueldos de la burocracia son excesivos. No significa nada que les quiten ese 10 por ciento porque tienen la capacidad de recuperarlo de otras formas.

De alguna manera al anunciarlo, Peña Nieto tuvo un pequeño traspié de pronunciación (quizás el teleprompter no fue claro) y junto a él, nuestro paisano saltillense Luis Narro leyó una página elocuente sobre lo humanitario de la medida. Ignoro quién le escribió el mensaje florido, pero consistía en un sustantivo y tres adjetivos por frase. Cada frase era un dechado de miel. Yo veía los rostros del auditorio, compuesto por enfermeras, y ninguna sonrió jamás, vamos, ni siquiera las que recibieron un premio del Presidente.

Desde el lado del Partido Revolucionario escuchamos la proclama de su líder en la Cámara de Diputados nervioso, atosigado, llamando a no cuestionar la medida. Lo mismo hizo el dirigente del PRI prácticamente augurando una nueva etapa en la marcha de la Nación hacia la abundancia. Por su lado, el Secretario de Educación declaró que sin el alza de la gasolina se cerrarían miles de escuelas. Y esto último está fuera de comprensión de cualquier persona de mediana inteligencia. ¿Por qué Nuño no cerró ninguna escuela en 2016 si no había esta recaudación monstruosa en las finanzas nacionales? Quiero decir que si se logró transitar el año que pasó y los anteriores, ¿cómo le hicieron? Y hay una respuesta del Presidente: Felipe Calderón gastó un billón en subsidios a la gasolina. Bien, puede ser, pero ¿para qué queremos nuestro petróleo si no es para beneficiar a los mexicanos? Otro dato, en los Estados Unidos bajó la gasolina en 2016 en vez de subir de precio. ¡O sea…!

Me gustaría poder aplaudir al Gobierno, felicitarlo, agradecerle, pero no encuentro una razón para hacerlo. No es que sea uno negativo, la cosa es que todo indica que nos deslizamos por un resbaladero sin posibilidades de detenernos, sobre todo a mitad del mismo.

Antonio Gramsci dijo desde la cárcel que frente al Gobierno, frente a fuerzas hegemónicas no quedaba otra salida que la de consolidar la sociedad civil. Y, por lo que se está viendo, está surgiendo esa sociedad y no por “conciencia” como se decía en los años 60, sino porque está acosada y no tiene otra salida. Hay que luchar por México fuera de las instituciones.