El contexto intocable
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El contexto intocable
“Fue la gota que derramó el vaso”, acostumbramos decir. Ésa es una interpretación muy frecuente de un evento irremediable en muchos casos. Así son las devaluaciones, las inflaciones desmesuradas en economía y, peor aún, las crisis sociales que explotan masivamente con saqueos a los comercios o a los palacios de Gobierno (en realidad de desgobierno), como los que se están presentando en estos días en nuestro país.
El “gasolinazo” fue una simple y diminuta chispa que encendió la paja… después de una larga e infernal sequía. Sin ella, ninguna chispa genera una conflagración que pueda acabar con bosques centenarios. Sin el “contexto” de un vaso lleno de corrupción cínica, hiriente, injusta que luce con soberbia los aumentos millonarios y aguinaldos que se conceden a sí mismos tanto los legisladores como los ministros de “justicia” y los administradores públicos, ningún aumento de gasolina se convierte en una chispa capaz de encender a los ciudadanos.
Sin la sequía de justicia social que ya acumula décadas de empobrecimiento continuo, de disminución del salario que compensa el esfuerzo cotidiano, el sudor y el cansancio de millones, de desempleo urbano y campesino… sin esa sequía que asesina el vigor, los ideales, el entusiasmo por progresar de las mayorías; que consume de tal manera el vivir que solamente deja fuerzas para sobrevivir; sin ese sol explotador de la mano de obra que consume la creatividad, el pensar y ejecutar, la iniciativa y el juicio crítico; sin toda esa abrumadora sequía de dignidad humana que padece nuestro pueblo, son impensables las reacciones sociales como las que hemos presenciado a lo largo de este sexenio.
Necesitamos darnos cuenta del contexto en que hemos vivido, de otra manera haremos un juicio equivocado respecto del problema y las soluciones efectivas. El “vaso lleno” de corruptos y de corrupción, y la “sequía” secular de injusticia e inequidad son las causas que condicionan y generan el desorden, el crimen, los saqueos de comercios y casas, los jóvenes que se integran al ejercito de los narcotraficantes y de la prostitución.
Mientras continuemos con nuestra miope visión que se reduce a asustarnos con el último escándalo (mediático y amarillista en las redes sociales) seguiremos siendo “ingenuos espectadores” de una película de violencia y terror que no sucede en la pantalla, sino en nuestras calles. No captamos que la verdadera causa es el contexto de sequía democrática del cual somos actores, y nos escondemos en nuestro sillón de espectadores para ver el siguiente episodio “en vivo”.
Desde ese sillón de espectador, solamente percibimos la imagen virtual de un México que es minoría: el que estrena coche en Navidad, el que brinda con champagne por el Año Nuevo, el que se gasta millonadas en el extranjero que nos construye un contexto falso y totalmente ajeno a nuestra realidad.
El desorden de esta semana ya tiene una nueva característica: es de masas, no individuos, irracionales e irreprimibles. Ya no basta el control policíaco ni el militar para controlar el incendio masivo. El Gobierno sabe que la gota no es la causa que hay que reprimir, pero no puede controlar porque ha sido el autor del “vaso lleno” y de la “sequía” que hay que aliviar.
Enrique Peña Nieto anunció soluciones de “cuenta gotas”, no de contexto. Reducir la partida de sueldos federales es atender a la gota incendiaria, reducir la corrupción federal en un 40 por ciento es una solución efectiva, de contexto.