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Leia, esa princesa que nunca necesitó ser rescatada
POR PATRICIA FERNÁNDEZ DE LIS
Todas las niñas de mi generación soñábamos con ser princesas. Queríamos ser bellas y etéreas. Aspirábamos a vivir en palacios y a llevar hermosos trajes. Pedíamos a nuestros padres que nos compraran vestidos vaporosos y muñecas rubias que también llevaban vestidos vaporosos. Y, sobre todo, deseábamos meternos en muchos aprietos para que algún día, un hermoso y valiente príncipe pudiera salvarnos y hacernos felices. Al fin y al cabo, todas sabíamos que las historias de Cenicienta, Blancanieves o la Bella Durmiente terminan cuando se casan, y gracias a que sus príncipes logran liberarlas de las maquiavélicas maquinaciones de sus enemigas que, claro, también son mujeres. En los cuentos de nuestra infancia, una mujer solo podía ser una princesa indefensa o una malvada bruja.
Y entonces llegó Leia.
Era una princesa, pero no era una princesa como las demás. La primera vez que la vemos, logra engañar a Darth Vader (que, en solo unos segundos, nos dejaba claro que debíamos temerle más que a ningún otro villano en la historia del cine), y poner a salvo los planos de la Estrella de la Muerte que los rebeldes deben destruir. Después, afronta con valentía las torturas a las que se ve sometida. Y más tarde, soporta estoicamente la decisión del malvado gobernador Tarkin (Peter Cushing) de volar su planeta, acabando así con todo lo que conoce y ama. En lugar de dejarse vencer por el dolor, Leia logra rescatar a los torpes rescatadores que han acudido en su ayuda, y hasta encuentra tiempo para consolar al joven Luke Skywalker por haber perdido a su mentor, Obi wan Kenobi, aunque a nadie se le ocurre consolarla a ella por haber perdido todo un planeta.
En La guerra de las galaxias, Leia nos demuestra que una princesa, que una mujer, puede ser inteligente, sagaz, fuerte, poderosa, independiente, divertida, mordaz. En El imperio contraataca, además, nos demuestra que puede ser una líder de toda una galaxia y enamorarse no del héroe, sino del canalla. Y en El retorno del Jedi, aunque sin duda es la película más floja de la trilogía, Leia nos muestra de nuevo su fuerza y su valentía acudiendo a rescatar a su enamorado Han Solo, que seguiría congelado de no ser por ella, y ahogando con una cadena a la especie de babosa que osó vestirla con un bikini.
Todo eso fue Leia para muchas de nosotras. Nos demostró que las princesas, que todas las mujeres, pueden ser valientes, inteligentes, brillantes y poderosas hasta el punto de salvar toda una galaxia. Pero todo eso y mucho más era Carrie Fisher, que aún fue más valiente que la propia Leia: hay que ser extremadamente fuerte para reconocer que eres débil.
La muerte de Carrie Fisher nos ha dejado una enorme perturbación en la fuerza. Pero Leia Organa seguirá viviendo, siempre, para que los niños y las niñas del mundo sepan que todas las mujeres, que cualquier mujer puede ser algo más que una bella e indefensa princesa o que una malvada bruja. (EL PAÍS)