¿Qué puedo hacer si mi hijo es un niño agresivo?

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¿Qué puedo hacer si mi hijo es un niño agresivo?

Foto: Tomada de Internet
Daniel es francamente ingobernable. Sus padres ya no saben qué hacer con él, cómo educarlo o a quién recurrir

Daniel es francamente ingobernable. Cursa la educación primaria, y maestros y psicólogos escolares citan a sus padres constantemente porque no hay semana en la que Daniel no agreda físicamente a un compañero, o hasta a su profesor. Sus padres ya no saben qué hacer con él, cómo educarlo o a quién recurrir para que les ayude a saber sobrellevar la situación que, hay que decirlo, es ya casi insostenible. ¿Cuándo se considera agresivo a un niño?

Se dice que un niño es agresivo cuando se provoca un daño o se lastima a una persona, un animal u objetos, e inclusive cuando se daña o se lastima a sí mismo. Dicho daño puede ser físico, verbal o psicológico. En los menores es muy común observar este tipo de conductas en forma directa, es decir, mediante un contacto físico violento directo como una patada, una mordida o a través de groserías.

Un niño es agresivo cuando lastima de manera intencional a un perro, lanza objetos con intención de que se rompan o para dañar a alguien y, en el peor de los casos, cuando se golpea o se corta a sí mismo si está enojado.

Esta condición se cumple si el niño agrede tanto en casa como en la escuela.

Generalmente, los niños se tornan agresivos bajo estas tres condiciones:

Cuando tiene problemas de interacción social con niños de su edad o mayores, donde no puede obtener lo que desea.

Cuando los adultos que le rodean no cumplen con sus deseos o no quiere obedecer lo que le mandan. Cuando es castigado por haberse mostrado agresivo con otros adultos o niños después de que él también fue agredido.

¿Qué puedo hacer si mi hijo es un niño agresivo?

1. Revisa tu propia conducta 

La agresión se aprende, no hay más, y los padres son, por lo general, quienes moldean la personalidad infantil. Si eres una mujer que acostumbra gritar y hacer todo “un espectáculo” cada vez que te molestas con alguien o, peor aún, cuando tú y tu esposo pelean a gritos, lanzan objetos o se dicen cosas hirientes; frena tales arrebatos y ponles solución.

Evita pelear frente a tus hijos, o mejor aún, aprende a discutir y a resolver tus problemas de manera asertiva.

2. El medio ambiente donde tu hijo se desarrolla es agresivo

A veces no vemos ni notamos que nuestro medio es agreste porque desgraciadamente nos hemos acostumbrado a ser agredidos, lo que por cierto es muy triste. Las burlas constantes, los empujones, las groserías o intimidaciones no son normales. El ruido estridente, el consumo de drogas –inclusive lícitas– y todo aquello que altere el espíritu y no respete a la persona y su espacio, puede resultar una agresión directa.

3. La carencia de habilidades sociales

Esto significa que tu hijo tiene dificultades para relacionarse con otros niños, que no sabe hacer amigos, conservarlos o simplemente que su trato es rudo, tosco y, por lo tanto, se siente frustrado al intentar relacionarse con otros.

Una vez que hayas revisado estas condiciones de vida y las mejoras, pero las conductas agresivas persisten, revisa entonces las siguientes:

Los castigos

De inicio, los castigos deben ser eliminados. Los castigos, y sobre todo los físicos, la mayoría de las veces resultan agresivos. Por consiguiente, es preferible hablar con tu hijo de consecuencias, las cuales deben ser lógicas y naturales en relación con la falta cometida; por ejemplo, si lanzó objetos, simplemente debe recoger y limpiar. No hay gritos, reproches o situaciones en las que la agresividad se fomente. Se trata de usar la lógica y la razón, no la imposición y la tiranía.

No responder con más agresividad

Si él se pone mal, no seas tú la siguiente. Respira, relájate y no continúes con el círculo de la violencia y las agresiones. Baja el volumen de tu voz y si es necesario, aléjate y busca tu tranquilidad para no enredarte y que puedas pensar con claridad.

Establecer acuerdos

Confía en la inteligencia de tu hijo. Razona con él en los momentos de claridad, nunca cuando esté enojado. Habla, aunque él no conteste, pues aunque no lo parezca, te escucha y guarda en su corazón y mente lo que digas. Por eso debes ser muy inteligente y hablar desde el amor y la paz, nunca desde la frustración o el hartazgo.

Visitar a un especialista Si no ves mejora en la cond ucta en los tres meses siguientes a tu propio cambio, haz cita con un especialista. Un psicólogo o terapeuta de la conducta puede hacer maravillas entre ustedes. Cuando menos sientas que tu hijo merece ser tratado con amabilidad y amor es justamente cuando más lo necesita. No se lo niegues, es la llave hacia su –y la tuya– felicidad.