En la casa de Rosario no tienen para una cena de Navidad ni regalos ¡Haz el milagro!
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En la casa de Rosario no tienen para una cena de Navidad ni regalos ¡Haz el milagro!
Los hijos de María del Rosario Arriaga no podrán recibir un regalo de Navidad este año. El poco dinero que su esposo gana como trabajador en “la obra” apenas le alcanza para comprar lo que para ella es “comida normal”, lo mismo de todos los días: frijoles y huevo.
En un mediodía de jueves, en el que los dos grados centígrados del frente frío número 13 calan hasta los huesos, María nos recibe en su casa, en la colonia Bellavista, construida por su marido con láminas y pedazos de madera. Un perro mestizo vigila el patio y es quien le avisa que un extraño se ha acercado a su hogar.
Del primer cuarto sale una mujer a quien la falta de dientes y las arrugas en el rostro hacen aparentar 50 y tantos años, pero luego dirá que tiene apenas 46, que este mes cumple 46. María está vestida sólo con un suéter ligero, el gorro puesto y un pants. Nos invita a pasar a la “cocina” de su casa, donde apenas cabe una mesa, la estufa y el refrigerador.
Mientras su hijo menor se viste en el cuarto de al lado para ir a la Secundaria, María nos cuenta que aunque su esposo trabaja como albañil, a ellos no les alcanza para construir un cuarto de block o un material más resistente y que guarde más calor que las láminas que su cocina tiene como pared.
“Él gana muy poquito, a mí me gustaría trabajar para ayudarlo, pero no puedo. A mí me dan mareos y me desmayo, por eso no puedo andar sola en la calle, ni trabajar”, nos cuenta, después de advertirnos que la falta de dientes le “traba” la lengua y se le dificulta articular palabra.
La señora Arriaga tiene los síntomas de la diabetes y cree que la padece, pero no está segura, no ha tenido oportunidad de hacerse algún estudio médico que avale su teoría.
Ella y su esposo, Martín Vázquez, tienen tres hijos: Diana Laura, la más grande de 18 años quien ya se casó y ahora vive con su pareja; Lorena, una muchacha de 15 años, quien decidió únicamente terminar la Primaria y ponerse a trabajar en una tienda, para ayudar a sus padres con los gastos, y Martín, de 13, quien todavía estudia la Secundaria y quiere ser ingeniero para lograr que sus padres tengan un mejor nivel de vida.
Desde que nació el primero de sus hijos, la familia Vázquez Arriaga les ha dado un pequeño regalo cada Navidad, lo que pueden costear: un carrito, una muñeca, “algo sencillo”, dice la mujer, quien añade que cuando sus hijos eran niños “con cualquier cosa se emocionaban”; ahora sólo puede regalarles un suéter o alguna prenda que no cueste mucho.
Pero en ocasiones el dinero no les alcanza para comprarles un obsequio y prefieren gastar lo poco que tienen en la comida de todos los días, como será en esta Navidad.
Para mitigar el frío que hay en su hogar, relata, utiliza las “dos o tres” cobijas que tiene y que sus vecinos le han regalado. “De repente los vecinos nos ayudan. Nos dan una cobija, un suéter, nos apoyan con algo, pero como sea, tenemos poco”.
Su hijo Martín está listo para irse a la Secundaria. Se despide de su madre y le recuerda que, para no mojarse con la lluvia, el papá de uno de sus compañeros de escuela los llevará en su camioneta. Mientras tanto, María continúa, dice que quisieran construir un cuartito “de material”, pero no tienen dinero, que el único calentador de su casa es la estufa —cuando cocina—, que tampoco tiene baño, drenaje, agua potable, ni las escrituras de su casa, pese a que desde hace más de 20 años habita detrás de la Secundaria Número 3 “Francisco I. Madero”, en la calle Privada 2.
“Nosotros pedimos apoyo de cobijas, ropa, o lo que gusten. También nos gustaría que nos apoyen con material para construir un cuarto, varilla, o con lo que la gente pueda. Nuestros hijos ya están grandes, pero Martín, por ejemplo, necesita cosas para su escuela”, expresa la madre de familia, quien añade que le gustaría que el único de sus hijos que todavía estudia, termine una carrera.
En eso, su hijo Martín la interrumpe, dice que su compañero ya se fue y ahora no tiene en qué irse a la Secundaria sin mojarse. Entonces nosotros nos ofrecemos a llevarlo a la escuela, ubicada cerca de la Central de Autobuses; él acepta, no quiere perder un día de clases, a pesar del frío que se siente en la Ciudad.
Entérese
> La familia de María del Rosario tiene 20 años viviendo en ese predio.
> Es irregular; no cuentan con escrituras.
> Carecen de servicio de agua potable y drenaje.
> Se ubica atrás de las Pulgas Abasolo, en la Calle Privada 2.