Zapalinamé: montaña, agua y memoria

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Zapalinamé: montaña, agua y memoria

Presenté un libro con el título de arriba. No es huérfano, tiene antecedentes. Hace 17 años Ernesto Terry y yo hicimos una búsqueda documental sobre “recursos naturales en el Valle de Saltillo” que resultó en un catálogo de 1230 fichas de 1578 a 1920. Ese trabajo durmió el sueño de los justos.

Siete años después Eglantina Canales propuso hacer un libro sobre el tema. Ernesto, dos alumnas y yo lo hicimos. Describimos usos y abusos de españoles y tlaxcaltecas a través de 230 años. Eso no se compara a la destrucción que hicieron las fábricas de hilados y tejidos desde 1842: en 25 años casi acabaron con los bosques. El ferrocarril taló en 1895 todos los encinos. El título: “Historias de protección y depredación de los recursos naturales en el Valle de Saltillo y la Sierra de Zapalinamé”.

Siguió una historia del agua. Es el recurso más importante desde la fundación. Se organizó la vida a partir del agua. El libro: “El agua como senda de vida en la historia de Saltillo” de la autoría de Guadalupe Sánchez de la O, Ernesto Terry y yo. Muchos hubiesen querido escribirlo pero no se atrevieron. Las historias son resultado de enorme cantidad de trabajo, fatigas, cuantiosa documentación y no poca teoría.

El jueves presenté un tercer esfuerzo sobre la Sierra con dedicatoria a quienes luchan por conservarla y los que en ella habitan. No niego la influencia de los anteriores, pero el objetivo fue distinto. La idea fue del ingeniero Jordi Bosch, gerente de Aguas de Saltillo. Acepté el encargo por el entusiasmo de maestros y alumnos. Trabajamos en las vacaciones entrevistando, recogiendo datos, fotografiando personas y conociendo. Lo coordiné y son coautores los maestros Machely Flores y Gustavo González y las alumnas Carolina Reyes y Citlalli Becerra.

El sujeto de esa historia es la gente actual. Dejamos a los muertos para pensar en los vivos, sus problemas, pasado, amores y desamores, recuerdos y vida cotidiana. Los alumnos (otros tres más) gozaron. No pensaron en calificaciones sino en los campesinos. Descubrimos en los documentos oficiales de entrega de la tierra por Lázaro Cárdenas que les recordaba a los beneficiados que debían cuidar el bosque, impedir la tala y combatir incendios.

La historia de la vida cotidiana surgió como cascada: la comida y sus recetas, la familia, los niños, la procedencia de los beneficiados, las relaciones con los hacendados, la música y las tradiciones. Imposible olvidar que los campesinos del Recreo se negaron a recibir la tierra que les daba el Gobierno porque les parecía una traición al patrón. Lo mismo sucedió con las tierras del General Neira que hubo de ordenar a sus trabajadores que la recibieran.

Se da un lugar importante a la asociación civil Profauna, que ha peleado por la conservación de los recursos de Zapalinamé por 30 años; años de lucha, entrega y acopio de información que hace a sus miembros especialistas en insectos, cactos, mamíferos y demás seres vivos que son la riqueza de la sierra.

Zapalinamé es observada, estudiada y reforestada por técnicos y ejidatarios apoyados por una contribución mensual que entregamos 48 mil saltillenses. Según la Agencia Francesa para el Desarrollo es uno de los tres proyectos más importantes del mundo sostenidos por ciudadanos (los otros están en Namibia y la India). Hay proyectos exitosos pero a cargo de los gobiernos. Eso no sería posible sin la ayuda de Aguas de Saltillo que recoge el dinero y lo pasa a quienes trabajan. La ONG Cuencas y Ciudades vigila que los recursos se apliquen correctamente. Mes con mes se revisan gastos y acciones. Año con año establecen proyectos.

Un libro es obra colectiva. Recalco el aporte de diseñadores y fotógrafos. No era un objetivo el arte pero terminamos con un libro objeto para el disfrute, la contemplación y el deseo de conocer la sierra; para leer, soñar y compartir. Desde el inicio pensamos adornarlo con fotografías tomadas por los guardaparques.

Terminado el libro se presentó el excelente fotógrafo Daniel Garza Tobón ofreciendo su obra. Añadimos fotos artísticas de Luis Carlos Padilla y Daniel Bates Hurtado.

Es de agradecer el empeño de los diseñadores, que trabajaron como galeotes corrigiendo y discutiendo cada página, imagen y recuadro: Jerónimo Valdés, Sergio Castillo, Rocío Hernández y Saray Colin.

No pierdo la ocasión para declarar que los maestros declinamos el pago por esta obra donándola totalmente a la Escuela de Historia para proyectos de alumnos sin recursos (esto previendo los golpes).