La mentira que nos inunda

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La mentira que nos inunda

No sé cómo le hace usted. para no hartarse de tantas mentiras: Mentiras políticas “esto no se ve pero también cuenta”, mentiras económicas “ México está preparado para enfrentar la crisis de los cambios que Trump pretende”, mentiras de la instrucción pública “Tenemos adelantos significativos en la educación de calidad”, mentiras religiosas “El 80 por ciento de la población mexicana es católica”, mentiras sociológicas “La familia mexicana es sinónimo de equidad y buen ejemplo”, mentiras de justicia social “En México los trabajadores gozan de un salario justo”… pero sobre todo la gran mentira: “México es ejemplo de democracia incorruptible, sus gobernantes son modelos de austeridad republicana, administración publica transparente y promotores del bien común que ante todo y por encima de todo beneficie a todo el pueblo.

Hace cuarenta y ocho años, eran los tiempos honorables del 68, escuché una conferencia de la situación del País y el orador que era un académico terminó con una frase que se me quedó grabada: “En México la mentira es institucional”.

En aquella época gracias la TV y Zabludosky (el prototipo de la mentira institucional), PIPSA y su control sobre el papel periódico, todos los medios (excepto heroicas excepciones como Julio Scherer y su equipo) hacían creibles las mentiras con relatos convincentes que no atentaban contra la inteligencia. Además de que la corrupción y la impunidad no llegaban a los niveles estratosféricos que hoy se divulgan con cierto grado de retraso y de sordina pero que acumulados nos inundan hasta el cuello y ya nada más gritamos “no hagan olas” para que esa mierda de mentiras no nos ahogue como está ahogando nuestra cultura, nuestra dignidad, nuestra moral y nuestra inteligencia que ya se ha vuelto incapaz de condenar el robo, los secuestros, los asesinatos y los políticos de fortuna tan incalculable como indemostrable.

Lo peor está por venir: la publicidad de las campañas políticas y sus candidatos que nos quieren convertir de la noche a la mañana en sus “candidotes”. Se va iniciar el juego de que “yo creo que me vas a creer de que no existen todas estas mentiras graficadas y publicadas diariamente”. “A partir de hoy tú vas a empezar a creer en mi partido político, en mi programa (‘whathever it means’), en mis propuestas (que parecerán alucinaciones románticas de adolescentes de ‘Facebook’), en mi sonrisa de privilegiado, en mi interés ‘incondicional’ por tu bienestar y sobre todo el de tu familia y tus hijos que se merecen el sacrificio de mi vida y de mi descanso”… bla bla bla.

Si alguno de los candidatos ofrece un programa concreto para que se regresen los millones al pueblo, se duplique el salario, se reduzca a la mitad el salario y el número de los diputados y se elimine el salario de los partidos políticos así como las prebendas de que gozan todos los exgobernadores, recortes y demás… entonces y solo entonces la “mentira institucional” empezará a bajar de nivel y podremos movernos sin peligro de ahogarnos en la mierda que nos inunda.