Los Estados Unidos
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El seguimiento obsesivo de la contienda electoral en los Estados Unidos nos mostró varias cosas: que fallaron las encuestas (como lo escribió en VANGUARDIA Salvador Hernández Vélez) y que todavía no conocemos bien a nuestros vecinos. La mayoría de los comentaristas, sea en los periódicos y revistas o en la televisión, aseguraron el triunfo de Hillary Clinton. Incluso en el momento en que los enviados a Nueva York, por ejemplo por el Canal 11, del Politécnico, cuando comentaban que iba ganando Trump, la directora del programa les decía que no, que todo se revertiría hacia Clinton. Creo que entre los pocos periodistas que siempre afirmaron que ganaría Trump y que se burló constantemente de Hillary, fue Alfredo García Valdez, aquí en VANGUARDIA.
Quiero decir que el deseo era que ganara Clinton (porque a los mexicanos nos parece odioso Trump) pero no se hacía un análisis serio de la campaña y, sobre todo, del problema histórico norteamericano: un pueblo de guerreros, forjado en el deporte como espectáculo, educado por la televisión y el cine, con un pasado racista que sigue siendo presente, una idea de la mujer como cuerpo, un ideal de dominio y una soberbia sin límites.
Aunque no queramos verlo, el presidente Obama fue nefasto para los mexicanos: nadie ha expulsado a tantos como él y jamás tuvo piedad de las familias que quedaron separadas. Todavía no sabemos por qué le dieron el Nobel de la Paz. Pero hay que reconocerle que recibió un país en quiebra y lo levantó. También rescató a la General Motors, sin lo cual Saltillo sería ahora un desastre.
Clinton tocó uno de los temas tabú en Estados Unidos: el control de armas. La Asociación del Rifle es poderosísima y las fábricas de armamentos son sagradas, están entre los mitos fundacionales americanos. Poder matar a otro está entre las posibilidades de cada estadounidense. También Hillary cometió el error de condenar los asesinatos de negros por parte de policías blancos. Y así por el estilo (ofrecer una amnistía para los migrantes, defender a los islamistas, etcétera).
Con lo anterior deseo alegar que el pueblo de los Estados Unidos reacciona a partir de grupos que luchan cada uno por su segmento de confort y no por la justicia. Claro, ese ideal quedó ya muy lejos, en el siglo 19. Desde las guerras mundiales ocuparon el sitio de gendarmes del mundo y han ejercido ese papel a fondo.
No tengo la menor simpatía por Donald Trump pero algunas cuestiones que enunció me parecieron muy claras. Por ejemplo, condenó la guerra contra Irak y también condenó el asesinato (¿pena de muerte?) de Sadam Hussein. Dijo, palabras más, palabras menos, que a pesar de ser un dictador tenía controlado a ese país tan problemático y dividido entre tendencias religiosas. Significa que Trump piensa que haber matado a 645 mil árabes en Irak es un grave error (es el número que ha reconocido la ONU).
No persigo dejar la idea de que el pueblo americano es malo sino que es lo que es porque tiene un pasado muy especial, un pasado imperialista que inició en el siglo 17 cuando los Peregrinos, que huían de la persecución religiosa en Inglaterra, iniciaron una guerra sin cuartel contra los indios. Luego vino la etapa esclavista y poco a poco la imperial (llevan 145 invasiones a otros países en 240 años).
Pero nunca ha faltado gente de valor. Rememoro a los cuáqueros de Filadelfia que en 1832 luchaban abiertamente por la emancipación de los esclavos, por el reconocimiento del derecho indígena a su tierra, por el voto universal (incluyendo mujeres, indios y negros). Fundaron periódicos en que trataban cuestiones que todavía hoy se discuten. Tampoco hay que olvidar a los senadores que condenaron la invasión a México.
¿Qué nos espera con Donald Trump?, imposible saberlo, pero nada mejor ni peor de lo que hemos batallado con los Estados Unidos desde que se independizó de Inglaterra. ¿Qué deberíamos esperar?, nada, con el Gobierno que tenemos, y no me refiero sólo al Ejecutivo sino también al legislativo. No han tenido la capacidad de encausar los destinos de la Patria. Ellos, al igual que la Asociación del Rifle u otros, piensan en su parcela: su partidito, su dinerito, su pequeña vanidad.