Aprendiendo con mi compadre Pepe

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Aprendiendo con mi compadre Pepe

¿Por qué cae un Gobierno como el de Veracruz, pero no el gobierno de Coahuila, sobre el que pesan acusaciones todavía más graves?

Entre las muchas cosas que mi compadre Pepe y yo dejamos pendientes, estaba el hacer un viaje para conocer el Estado de cabo a rabo.

Habríamos de visitar, contemplar y fotografiar cada región, cada municipio, cada sitio de interés y cada chica de buen ver en un recorrido de película a bordo de su “troca” inconfundible por toda la geografía coahuilense.

Pero cuando no faltaba dinero, escaseaba el tiempo. No obstante jamás  dejamos de albergar aquella iniciativa como un sueño que se aplaza hasta nuevo aviso.

Luego se vino el terror y nos despertamos un día con la novedad de que estábamos plagados, infestados, literalmente hasta la madre de crimen organizado en todo el territorio.

Entonces sí, aquel épico viaje de pueblo en pueblo, resolviendo misterios y rescatando damas en apuros, cual protagonistas de serie de tv, quedó relegado en el cajón de las “ideas para un mejor momento”, confinamiento del que no emergería ya jamás.

Nos conformamos con que no nos sorprendiera la Calaca en medio de una de nuestras afamadas balaceras, mismas que durante una temporada constituyeron uno de los principales atractivos turísticos de la entidad. Pero de peinar el Estado en busca de aventuras, historias y gente interesante ya mejor ni hablar.

Fue también Pepe la primera persona de quien escuché hablar sobre el increíble endeudamiento que había alcanzado la administración estatal durante la primera mitad de este doble sexenio llamado “moreirato”.

Por supuesto que por entonces nadie le llamaba megadeuda, es más, los medios ni siquiera habían soltado esa noticiosa bomba atómica.

Sin embargo, Pepe me reveló que una de sus fuentes le confió que el Gobierno de la gente había socavado el tesoro estatal hasta dejar las instituciones completamente huecas.

Aunque ello fue exactamente lo que ocurrió, en su momento no entendí cabalmente de qué me estaba hablando mi compadre.

Bueno, no pasó mucho tiempo antes de que nos enteraran de que Humberto “El Bailador”, había embargado a Coahuila por lo menos durante medio siglo. ¿A cambio de qué? De unos puentes mal hechos, de un montón de enseres de pobre calidad aparentemente gratuitos (focos, zapatos, cuadernos, tinacos, condones, uniformes, colisionadores de hadrones, todo “de la pipol”).

Ah, bueno, olvidaba decir que también pagamos por el posicionamiento de imagen más cara de la historia.

Humberto  Moreira es al día de hoy, en el imaginario de un par de miles de coterráneos, un mesías, un auténtico redentor, un profeta. Pero edificar ese pedestal donde hoy se yergue su monumento le costó a los pobres firmar un contrato en el cual consienten seguir siendo pobres durante, digamos, cinco generaciones más.

Como no teníamos todas las piezas, no podíamos entonces armar todo el rompecabezas. Pero no hacía falta ser muy genial para comenzar a correlacionar un fenómeno (la violencia), con otro (el de la corrupción).

No teníamos una maldita idea de qué tan grande, gordo y espeso estaba el asunto, pero mucho ayudó a que el gobernador transición, el interino, Jorge Torres López, acabara prófugo de la DEA.

A partir de entonces, el Gobierno de Coahuila no ha sido más que acumular desatinos, desaciertos, descalabros, osos, oseznos y ridículos menores, aunque también algunas acusacioncillas de crímenes de lesa humanidad.

¿Por qué cae un Gobierno como el de Veracruz, pero no el de Coahuila, sobre el que pesan acusaciones todavía más graves? Hay más muertos, más desaparecidos, más endeudamiento injustificado, más enriquecimiento inexplicable, más empresas fantasma y más de todo lo chueco en las provincias moreiranas que las playas duartistas.

Aquí entra otra vez el razonamiento de Pepe, quien defendió hasta su muerte la tesis de que Coahuila era fácilmente secuestrable dada su densidad poblacional.

“Cualquier delegación del DF”, me decía, “representa electoralmente mucho más de lo que cuenta en las urnas todo el Estado de Coahuila de Zaragoza”.

Yo creo que mi compadre sabía de lo que hablaba. Aún creo también que sería más difícil ser botín de una mafia política si no significáramos tan poquito en una elección federal.

Sería más pesado para la Presidencia soportar el peso de un Estado corrupto, pero con más votantes. Mientras tanto pueden continuar endeudándonos, y vendiendo al mejor postor los despojos. Pueden, porque a fin de cuentas, nuestra densidad poblacional es tan baja que aunque todo el territorio hiciera una marcha, un paro o una huelga, aún así  no representaríamos mucho en la siguiente elección presidencial.

Pepe siempre tenía razón… me jacto de tener pocos amigos, pero los amigos correctos.