Dos viacrucis
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Dos viacrucis
La “calle de la cruz” (viacrucis) de Jerusalén es desde hace dos mil años la más venerada entre las más famosas avenidas del mundo. Una calle muy estrecha que se abre paso entre comercios modestos y viviendas tan antiguas como la muy vieja ciudad. Lo notable de esa calle es el empedrado de rocas muy incómodas para transitar aún hoy.
Esa calle la caminó un mártir cargando la cruz del fracaso: Jesús, el mártir del Gólgota. En cada piedra daba un salto la cruz. Arrastrarla era una tortura adicional con el que daba testimonio y ejemplo de su amor por la humanidad.
Desde entonces millones de cristianos han sido martirizados en Jerusalén, Roma y en todo el mundo incluyendo México, donde vivir según el ejemplo de Jesús ha sido considerado un obstáculo o una peligrosa denuncia de la injusticia y la explotación del hombre por el hombre.
Mañana, en la Basílica de San Pedro (10:15 hora de Roma), el Papa Francisco canonizará a un mártir mexicano: José Sánchez del Río, un joven de 14 años de Zahuayo, Michoacán, que colaboró con el ejército cristero y fue capturado, torturado y asesinado por el Ejército Federal.
El martirio de José, como el de Jesús, incluyó caminar por una calle rumbo al cementerio donde iba a ser asesinado mediante el cuchillo, la horca y una bala para rematarlo junto a su sepulcro. No llevaba una cruz como el mártir del Gólgota, pero los soldados le cortaron la piel de la planta de sus pies para que al caminar por esa tierra el dolor lo hiciera claudicar de su grito “Viva Cristo Rey”, un breve credo que resumía toda su fe cristiana.
¿Dónde estaba la madre de José en esos momentos? Ella se había opuesto a que José se incorporara al Ejercito donde no lo aceptaban por ser menor de edad. Pero cedió después, y en el momento del martirio de su hijo, sufrió un dolor sobrehumano y un asombro sobrenatural como el que experimentan los que tienen fe. Su hijo le había arrancado el permiso para incorporarse a los cristeros con una frase tan firme como juvenil: “Nunca ha sido tan fácil ganarse el cielo como ahora”. Para entender lo radical de estas palabras de José, hay que interpretarlas en un contexto cristiano: la vida es una caminar hacia una vida eterna la cual hay que ganar mediante el ejercicio cotidiano de imitar a Cristo, aunque eso signifique la persecución, la tortura y el compromiso de la vida.
La historia de José, su persecución, su tortura y su muerte puede ser interpretada de dos maneras:
Una humana: un adolescente alucinado por su ingenua juventud, anhelante de acciones heroicas como tantos jóvenes que quieren ser famosos muy rápido. Otra cristiana (¿old fashion?): José es un joven con una profunda convicción cristiana, familiar y secular, que forma parte de su ser, que no se permite disimularla ante circunstancias adversas a su fe, que es tan radical como la frase de su Maestro “o estás conmigo o estás contra mí”, y que su fidelidad se nutre con la fuerza del espíritu, sin la cual es imposible caminar con los pies desollados por el odio y la crueldad.
¿Para cuántos jóvenes José es modelo a seguir? La respuesta la tienen los padres de ellos.