Raíces religiosas de la inequidad

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Raíces religiosas de la inequidad

Desde el punto de vista de la existencia se hacen preguntas que parecen que tienen respuestas obvias, simples, evidentes. Sin embargo, la preocupación de los filósofos, que no están obsesionados por “encontrar tres pies al gato”, sino por reflexionar con mayor detenimiento y profundidad en la realidad que parece evidente, ha llevado a hacer que el hombre evolucione y que encuentre causas reales, aunque invisibles que han determinado trágicos errores de la humanidad.

Un ejemplo de ello es preguntar “¿qué es la mujer?”, y contentarse con una respuesta tan simple como la biológica y sus diferencias físicas. A lo largo de los siglos esta respuesta tan elemental ha generado todas las injusticias, marginaciones, violencias que suman más tragedias que todas las guerras que ha sufrido la humanidad porque a fin de cuentas es un simple “objeto biológico”.

Desde hace tres o cuatro décadas la humanidad se ha visto urgida para buscar y responder a preguntas más inteligentes y humanas acerca de la mujer y su sentido existencial (no sólo político, comercial, hedonista o laboral que hablan más del uso de la mujer que de su ser y su significado trascendente.

Carmen Bernabé (una “filósofa” de la existencia) hace unas preguntas que despiertan a la inteligencia adormecida por lo obvio: “La existencia de un ser humano-mujer viene determinada por su biología en tal medida que ésta se convierte en destino?, ¿sucede lo mismo con el ser humano-varón?, ¿la biología configura al ser humano para ser y actuar en una forma concreta y lo encasilla en unos determinados roles de por vida?, ¿son la diferencias biológicas determinantes de los papeles socio-políticos, de los derechos y de las oportunidades?”
Estas preguntas confrontan toda la concepción de nuestra sociedad que basa su moral (con sus condenas y privilegios tanto políticos como religiosos) en la biología. De esa manera excluye toda la dimensión espiritual, psicosocial y cultural de factores que determinan no sólo lo bueno y lo malo, sino lo justo e injusto. En una palabra: justifica con la biología la inequidad de género y todas sus consecuencias inhumanas y despersonalizantes.

Desgraciadamente el clero y la jerarquía católica con su actitud y mentalidad patriarcal, con sus sermones frecuentemente misóginos (“la mujer es la causa del pecado”), con su estructura jerárquica que no sólo subordina sino que excluye a la mujer del ministerio oficial y de su derecho a decidir los determinantes del pecado o la santidad de la vida conyugal y familiar, fomenta un “concepto inequitativo” de mujer como “una bautizada de segunda clase” inferior y sumisa a los dictados masculinos.

Ojalá que “las mujeres valientes” del XXII Congreso de la Mujer denuncien y trabajen para cambiar esta “estructura patriarcal”, mental y operativa del clero católico que construye la cultura de inequidad de género que padecen las mujeres. De esa manera colaborarán con el Papa Francisco que quiere reformar el “patriarcalismo clerical”.