Tigres: riqueza individual y la grandeza
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Tigres: riqueza individual y la grandeza
Tigres continúa en la línea de adherirse a ese futbol globalizado que llama a capitalizarse, muchas veces, más por estrategia de mercado que por necesidad. La cuestión es contratar más y enriquecer la lista de activos.
El tema es que en Tigres siguen llegando jugadores de alta cotización, pero su perfil de equipo no varía mucho. Tampoco están claros sus objetivos. Enfocado más a dominar la Liga –cosa que el talento no siempre se lo garantiza- no se sabe si le interesa de verdad trascender en el ámbito internacional por convicción o por casualidad se da.
Su virginidad en cuanto a títulos en competencias internacionales –se ha caído en dos Finales en época reciente- y su calificado plantel obliga a Tigres, suponemos, a la superación, a buscar una prosperidad futbolística que marque diferencias. La pregunta es si este equipo en realidad trasmite esa sensación de crecimiento.
Las inyecciones mediáticas que recetan los directivos para alborotar a sus aficionados deberían entenderse como un acto de evolución futbolística, pero en Tigres no necesariamente es una condición.
Primero, porque su modelo de juego es alérgico a los cambios llegue quien llegue y, segundo, porque la naturaleza de tanta técnica acumulada dificulta más de lo que simplifica al momento de la ejecución.
En estos días arribó Andy Delort, un joven delantero francés que ha resultado ser un “crack” antes de ser visto, y que por lo mismo ha generado una desmedida expectativa equivalente a la llegada de su compatriota Gignac.
Delort ha forzado su incorporación a Tigres trepado a esa ola del efecto Gignac. En el medio hubo intereses del mismo representante, quien ofreció y finalmente logró meter con un calzador a un jugador que, por ahora, sólo llama la atención por ser francés. Si lo necesitaba o no el equipo es otra historia.
A Tigres le conviene y maneja bien este tipo de movidas. Invierte en lo que sabe que puede retribuirle ganancias en todos los frentes, y aquí radica su mérito.
Traer a otro europeo le da poder al club, y a su vez ayuda a mantener a la gente en una mano. Todos saben que firmó un tal Delort, que habla igual que Gignac y eso es suficiente.
Pero al dorso de esta cuestión está lo futbolístico y esa incertidumbre de saber si todo lo nuevo encaja en lo viejo, en lo automatizado, en lo que vale y se reproduce cada fin de semana.
A Tigres le sobran jugadores de calidad y le falta cuerpo para hacer coincidir todos esos atributos.
No se sabe si Delort es una solución o será un problema para Ferretti, pero el hecho de que otro francés se sume a un plantel donde la competencia interna no estimula ni premia el mérito porque, particularmente, se impone la jerarquía, representa más una incomodidad que una fortaleza.
Tigres puede seguir dando golpes de efecto con jugadores de talla internacional, pero en algún momento ya no le alcanzará con capitalizarse si los logros no aparecen.
La tirada de acumular riqueza individual no es mala, siempre y cuando que en lo colectivo surta efecto y se cumplan los objetivos competitivos. El combo debería ser completo. A menos que lo único que le interese a Tigres es presumir ser un club rico, aunque ello poco tenga que ver con la grandeza.