Las graves incongruencias de la política exterior mexicana
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Las graves incongruencias de la política exterior mexicana
México es un país hospitalario, pero digno. Quienes asesoran al presidente Peña Nieto parecen olvidar lo segundo, quedándose únicamente con lo primero. La invitación a Donald Trump, intempestiva y a bote pronto, no abona ni a la estatura de México ni al fortalecimiento de la interlocución con Estados Unidos. La invitación se convirtió en una muestra de cómo una política de ocurrencias puede borrar años de prestigio y olvidar que la base del diálogo se construye con mínimas bases de respeto y confianza.
Mientras que el Presidente retrasa sin razón sus primeras reuniones con algunos de los gobernadores electos el pasado 5 de junio, extiende la alfombra roja en el día y el momento que así lo disponga, a uno de los personajes más xenófobos, misóginos y antiinmigrantes de nuestro vecino país. Incongruencia que se suma a sus muchos desaciertos en materia de política exterior y respeto a los derechos humanos.
Mientras que el Presidente rechaza invitar a especialistas de la ONU encargados de vigilar el respeto a los derechos humanos, como el relator sobre la Tortura y el relator sobre los Derechos Humanos de las Personas Desplazadas Internamente, a Donald Trump lo recibe incluso el día anterior a la presentación de su IV Informe de Gobierno.
A mí me gustaría que en lugar de invitar a quien más ha amenazado a nuestro país en los últimos años desde el extranjero, el gobierno inyectara un poco de congruencia y coherencia en su política de derechos humanos. Por ejemplo, se dice promotor de grandes políticas de corte social y no hace nada por cumplir con su promesa de firmar el Protocolo Facultativo del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, el cual permitiría que las personas pudieran reclamar ante el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU violaciones a derechos humanos en tales materias, como el derecho a una vivienda digna, la educación, la seguridad social o el trabajo.
A mí me gustaría que en vez de esperar a Trump en el pórtico de Los Pinos, el gobierno federal envíe al Senado el Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo sobre el trabajo decente para las trabajadoras y los trabajadores domésticos.
A mí me gustaría que en lugar de darle tanto valor a la interlocución con quien amenaza cortar los vínculos comerciales y migratorios con México, el Gobierno Federal reconociera la competencia del Comité contra las Desapariciones Forzadas de la ONU. Ninguna política contra la desaparición forzada de personas, ni siquiera la expedición de la postergada Ley General en la materia, estará completa si México no permite que el Comité pueda intervenir legítimamente en nuestro país para recibir y examinar comunicaciones de o en nombre de las personas sujetas a su jurisdicción que aleguen ser víctimas de violaciones por el Estado de las disposiciones de la Convención contra la Desaparición Forzada de la que México forma parte.
Como bien señaló la CNDH en su comunicado del Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas, de reconocer tal competencia, éste sería “un acto de congruencia entre las políticas interior y exterior de nuestro país”.
En lugar de ofrecerle café al magnate depredador, me gustaría que el gobierno dejara de maltratar y desconocer las recomendaciones del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) designados por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, específicamente su solicitud reiterada de entrevistarse con los integrantes del Ejército, y continuar con las investigaciones sobre el crimen de Ayotzinapa.
Ofrecer la hospitalidad de México a quien desconoce nuestro valor como socio y vecino es como dar la receta para ser recibido en Los Pinos. Insúltanos y serás invitado. Desprécianos y te daremos un abrazo. Parece que sigo escuchando los estribillos de algunas cintas del Cine de Oro mexicano… te pego porque te quiero… Me pegas porque me quieres.