¡Algo está pasando!
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¡Algo está pasando!
Será que ante tanta afrenta, ante tantos agravios e injurias, tanto desdén y errores, por fin a los ciudadanos se les cae la venda de los ojos y se apresuran a eliminar el cerumen de sus oídos y advierten que algo anda mal en este País, en este continente y en este mundo,
Peña se fue de bruces. Sin medir las consecuencias, Enrique Peña Nieto invitó al candidato que más ha insultado a los mexicanos llamándonos delincuentes, asesinos, violadores, traficantes de drogas; que ha mantenido una fuerte retórica contra los mexicanos y la inmigración ilegal. Pero ahora sí la ciudadanía de este País le está tundiendo al presidente Peña.
¡Qué falta de tacto, de visión política! Unas horas antes del acto político más importante del año para él –su Cuarto Informe–, Peña invita a su casa a Trump que sólo es un candidato, ese señor indeseable. Los manifestantes lo llamaron persona non grata, entre otros epítetos.
En charola de plata, Peña le ofreció al candidato republicano dirigirse al electorado norteamericano y ratificar sus barbaridades, sus propuestas en contra de los migrantes mexicanos y centroamericanos: en 2 años deportará a 11 millones de indocumentados porque éstos roban los trabajos que podrían tener los norteamericanos, cuando a éstos en la mayoría de los casos no les interesan esos trabajos que antes eran para los negros; ahora mayoritariamente para los frijoleros de acá, muertos de hambre, es lo que dicen.
Frente a Donald Trump, Peña Nieto se portó como un manso gatito, ni siguiera le exigió disculpas por los graves insultos en contra de los mexicanos durante toda su campaña.
Lo que sí quedó claro es que habrá muro –lo cual se replicó en todo el mundo– aunque no se aclaró quién lo pagará. Peña declaró en algún momento que México no lo haría, lo que es una aceptación implícita de que el muro se construirá si Trump gana la presidencia.
Lo menos que se aprecia en este affaire es el discurso del Presidente. Su imagen, de por sí muy devaluada, quedó aún más depreciada en medio de reproches por la falta de carácter y el mal tino por haber realizado la conferencia un día antes de presentar su Cuarto Informe de Gobierno.
Por otro lado, la candidata demócrata Hillary Clinton seguramente por ningún motivo pensará en venir a México, lo habrá descartado porque en realidad Peña la menospreció. No tiene a qué venir.
El encuentro Trump-Peña fue la reunión entre dos desesperados que se vieron las caras: uno que salió premiado y satisfecho de sus discursos inanes; el otro, incompetente y chamaqueado, apoyando al peor conservador de Norteamérica, el que más nos ha insultado y viene aquí a ratificarnos que construirá el muro, ¡vaya desfachatez! Peña, mis gratas condolencias.
Y emigrando a Brasil. La derecha política del senado brasileño logró su objetivo, destituir a la presidenta Dilma Rousseff. Así, la izquierda petista considera la destitución como un nuevo golpe de Estado y el partido es despojado del poder que ejerció durante 13 años en el gobierno. Se trata de una reacción conservadora que pretende impedir el avance de la sociedad brasileña.
El golpe fue contra la democracia como principio de organización de la vida social, dirigido por la ínfima élite del dinero que domina sin ruptura desde el pasado esclavista de la sociedad brasileña. Es la realidad de una élite de rapiña que quiere drenar el trabajo de todos y saquear las riquezas del país para el bolsillo de media docena de voraces acaparadores.