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Cómo ‘resetear’ el sistema inmune para contra enfermedades
A los 12 años y por motivos desconocidos, el sistema inmunológico de Javier Casado empezó a atacar las paredes celulares de sus intestinos como si se trataran de bacterias o virus extraños. Los médicos le diagnosticaron la enfermedad autoinmune de Crohn, y empezó un calvario de inflamaciones, diarreas, cansancio constante y cirugías, que duraría 15 años hasta que un tratamiento experimental en el Hospital Clínic de Barcelona logró la hazaña médica de resetear su sistema inmunológico.
“Los síntomas de la enfermedad de Crohn pueden ser leves o severos”, explica la doctora Elena Ricart, quien dirigió la intervención de Javier y de otros 30 pacientes que participaron en el estudio, “pero cuando empiezan en edad pediátrica, la enfermedad suele ser muy agresiva”. Fue el caso de Javier.
A los 15 años Javier ya había recibido una colostomía -perforación del abdomen para conectar el intestino grueso a una bolsa externa por donde evacuar las heces-, y su pubertad se veía alterada por la cortisona con que se intentaba reducir la actividad de su sistema inmune. “No tenía una adolescencia normal. Te acostumbras a ir 15 veces al día al baño, pero te sientes agotado, te aíslas. Pasé cuatro años donde parecía que avanzaba relativamente bien, pero entonces, a los 24 años, llegó lo peor”, recuerda con voz tenue Javier.
Los médicos que en esos momentos hacían su seguimiento le comunicaron que la enfermedad se estaba desarrollando muy rápido, estaba en una situación crítica, y que le tendrían que “extirpar el colon, llevar bolsa de por vida, y rezar para que la enfermedad no se extendiera a otros órganos”, apunta Javier. “Me negué en rotundo. Estaba desesperado. No quería llevar una vida así. Y entonces me dijeron que en el Hospital Clínic estaban haciendo un tratamiento experimental, muy arriesgado, pero que estaba funcionando bien con otros pacientes. Sentí que no tenía alternativa.”
Luchar contra tu propio ejército de defensa
Las enfermedades de origen autoinmune como la artritis reumatoide, esclerosis múltiple, psoriasis o Crohn se originan por un desafortunado error del sistema inmunológico. Sin causa del todo bien conocida, los linfocitos que vigilan ante la llegada de invasores externos confunden como extraña alguna molécula de una célula propia del organismo, y activan una respuesta inmunológica contra ella. Como ocurre con las vacunas, se crean unos linfocitos de memoria especialmente diseñados para atacar esas células, quedando latentes por el flujo sanguíneo y produciendo periódicamente brotes que lesionan el tejido afectado.
El tratamiento que estaba desarrollando el equipo de la doctora Elena Ricart era conceptualmente sencillo: primero obtener células madre hematopoyéticas de la médula del paciente, después destruir por completo su sistema inmunológico mediante quimioterapia como se hace en casos de leucemia y, a continuación, trasplantar las células madre para regenerar un nuevo sistema inmune sin la memoria del viejo, esperando que no ataque al organismo.
Cuando le plantearon la posibilidad a Javier, no lo dudó un instante. “En ese momento estaba muy desesperado. Era consciente de los riesgos, pero lo asumí”. A los 10 días del trasplante la sangre de Javier ya tenía un nivel normal de linfocitos, plaquetas y otras células inmunológicas, pero sin memoria. Tuvo que vacunarse de nuevo, y de hecho durante este estado de gran susceptibilidad sufrió una grave infección que, cuando la cita, genera una tensa mirada entre Javier y la doctora Ricart. No en vano, la doctora incide en que “es un tratamiento peligroso que sólo está justificado en casos muy delicados”, y explica afligida que una de las 30 pacientes tratadas sufrió una infección muy severa estando inmunosuprimida y falleció a pesar de todos los esfuerzos por salvar su vida.
Sentada a la izquierda de Javier en una sala de reuniones, la investigadora del Idibaps Azucena Salas apunta que “el gran reto científico es averiguar por qué algunos pacientes responden bien y otros no tanto, saber de antemano quienes se van a beneficiar, y lograr una terapia igual de eficiente pero más dirigida y menos agresiva”. Salas investiga los mecanismos moleculares involucrados en el proceso de reconfiguración inmunológica, y bajo el paradigma de la medicina de precisión, utiliza herramientas de big data para analizar los millones de datos genéticos, clínicos y de microbiota de los pacientes que participan en el ensayo clínico. “Lo que hacemos ahora en casos como el de Javier es lanzar una bomba atómica que destruye todo el sistema inmune. Nuestro objetivo final es lanzar misiles dirigidos que eliminen sólo lo que nos interesa”, explica.
Según los resultados que prevén publicar durante este año, un año después del tratamiento el Crohn había remitido sin ayuda de fármacos en el 90% de pacientes. Poco a poco algunos volvían a tener síntomas, pero mucho más leves que antes de la intervención. Y en el 25% de ellos –incluido Javier- a los 4 años y medio la enfermedad había desaparecido por completo. Ahora Javier hace vida normal y con una sonrisa y agradecimientos a médicos e investigadores cuenta que está "muy feliz. Tengo energía e ilusión de nuevo, y ganas de hacer cosas que antes eran imposibles. Es otro mundo”.
Ensayos en esclerosis múltiple
La estrategia de inmunosupresión completa por quimioterapia seguida de trasplante de células madre hematopoyéticas está empezando a aplicarse en otras patologías como la esclerosis múltiple, mostrando también alta eficacia pero grandes riesgos.
El pasado 9 de junio la revista The Lancet publicó un estudio con 24 pacientes de esclerosis múltiple mostrando que a los tres años de la intervención y sin consumo de fármacos, el 70% de participantes quedaron libres de brotes y con signos claros de recuperación en escáneres cerebrales. Su nuevo sistema inmune había dejado de atacar a sus neuronas.
En febrero de 2015 la revista JAMA Neurology publicó otro ensayo clínico con resultados similares: a los 3 años y sin fármacos el 78% de los pacientes no habían sufrido ningún síntoma de la enfermedad. El director del estudio, Richard Nash, defiende los buenos resultados y respecto a las posibilidades terapéuticas apunta que hace tres años los neurólogos eran escépticos, "pero ahora, al ver los resultados, están mucho más convencidos”.
De nuevo, el factor más problemático es la seguridad, pues uno de los pacientes en el ensayo de The Lancet falleció por efectos adversos de la quimioterapia.
Pablo Villoslada, experto en nuevas terapias frente a la esclerosis múltiple del Hospital Clínic de Barcelona, opina que “estos estudios confirman que el tratamiento es muy eficiente, que en muchos casos la esclerosis múltiple queda parada, e incluso que en algunos se observan claras mejoras neurológicas. Son resultados muy sólidos. Pero no debemos olvidar que es un tratamiento arriesgado”. Villoslada explica que en el Clínic también han aplicado con éxito la quimioterapia inmunosupresora en unos 10 pacientes de esclerosis múltiple, pero recalca que sólo sería recomendable en casos muy concretos donde otras alternativas terapéuticas no funcionan, y que lo más delicado es decidir el momento de la intervención: “Si se espera a que la enfermedad esté avanzada es muy tarde porque el daño neuronal ya ha ocurrido. Pero realizar un procedimiento tan peligroso cuando un paciente es joven y está relativamente bien controlado, es una decisión muy difícil”. La medicina no es una ciencia exacta.
De vuelta a la sala del Idibaps Javier Casado muestra su mejor humor y estado de salud: “He engordado un montón. Antes con el Crohn estaba muy delgado, pero cuando me curé y empecé a poder comer de todo, no me pude controlar”. Ricart sonríe: “Les ocurre a más pacientes. A una le estamos pidiendo que empiece dieta pero no nos hace caso”. Azucena Salas incide en el equilibrio entre esperanzas y riesgos: “Cer con tus propios ojos casos de recuperación completa como el de Javier es ilusionante. Los datos confirman que podemos resetear el sistema inmunológico de pacientes con enfermedades autoinmunes, lo cual es muy esperanzador. Pero advertirles de que hay riesgo de muerte es muy duro, y sólo merece la pena en casos muy concretos en que sepamos que la terapia va a funcionar. Debemos seguir investigando”.