Diálogos de banqueta

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Diálogos de banqueta

Me levanté una mañana y salí a caminar para despejar la mente. Mientras recorría la ciudad vi a Sócrates y Fredo. Se habían encontrado horas antes en la calle, caminando por supuesto. Decidí seguir de cerca la conversación mientras andaban. 

No cualquiera tiene el privilegio de presenciar los diálogos socráticos escritos por Platón. 

Así como en la antigua Atenas de Grecia, Sócrates y Fredo escogieron a Saltillo, la antigua Atenas de México, para caminar y dialogar. Esas dos ciudades que Isidro sueña hermanar, y para lo cual pagó un costoso viaje de especímenes saltillenses al parnaso urbano de una Grecia en quiebra. 

En la Atenas mexinaca y de huarache, Sócrates y Fredo caminaban por esas banquetas descuidadas, dialogaban sobre las cigarras y otros temas. Avanzaron por el bulevar Carranza. Cuando de pronto tuvieron que bajar a la cinta asfáltica porque un burro estaba arriba de la banqueta atado a un ventanal. Alcancé a escuchar que Sócrates le pregunto a Fredo: 

 -¿No está prohibido que la plebe amarre sus bestias sobre las banquetas?-

-Sí, maestro. Pero esta clase de gente desconoce la ley. 

-Pero el desconocimiento de la ley no exime a estos sujetos de la responsabilidad de cumplirla, ya debería la autoridad haberse llevado el burro e imponer una sanción pecuniaria al propietario -respondió Sócrates y agregó: 

-Además, existe una Ley General para Personas con Discapacidad. Para nosotros que no estamos impedidos físicamente, es difícil caminar la ciudad, ahora imagínate en qué estado dejan las autoridades a las personas que están obligadas a trasladarse en silla de ruedas, o aquellas que tienen discapacidad visual. No hay condiciones ni garantías para los ciudadanos de a pie, menos para los discapacitados. 

-Sí,  maestro, pero nuestra pobre autoridad desconoce que está reglamentado que las banquetas deben estar libres de obstáculos. No les ha caído el veinte, o mejor dicho, no les llega todavía el agua al tinaco. Con eso de que la autoridad acostumbra caminar solamente en los verdes prados del Club Campestre, que parecen de plástico -remató Fredo. 

-Y eso después de pegarle a la pelotita, nada más mientras llegan al carrito para trasladarse, pues son unos adictos al burro mecánico, perezosos como unos discapacitados, estos sí más graves, pues lo son por gusto… Sigamos caminando, Fredo, para que nos fluyan las ideas. 

Por eso a las autoridades no les fluyen las ideas, maestro, siempre andan a bordo de sus burros. No caminan- reflexionó Fredo. 

- ¡Ah, triste burro, que tiene que cargar con otro burro! -Exclamo Sócrates. 

-Pero que le hace el animal, maestro, no razona, es una bestia. 

-No me refiero a la bestia, Fredo, sino a quien lo dejó amarrado sobre la banqueta, con esa acción está demostrado que el homo sapiens, como se ha bautizado a la especie humana, poco tiene de pensante- dijo Sócrates, y añadió: 

-En este tiempo en que a nivel internacional, nacional y local, las autoridades anuncian que promoverán acciones para combatir el cambio climático, en la Atenas mexinaca, las políticas de corte clasista para favorecer a los poseedores de vehículos de cuatro ruedas son las que imperan. 

Mientras Sócrates y Fredo sorteaban los obstáculos de la banqueta en su andante diálogo, saqué mi anforita de Juanito el Caminante  y le di un buen trago. Mientras el líquido recorría mi garganta, recordé que recientemente el secretario de Comunicaciones Gerardo Ruiz Esparza, estuvo en Saltillo para inaugurar el tan mentado segundo piso del bulevar Luis Echeverría. Pues bien, debajo de ese puente en el cruce con la calle La Fragua, quien quiera cruzar a pie el bulevar de sur a norte y de norte a sur, lo tiene que hacer por la mortal cinta asfáltica. 

A los ingenieros encargados del proyecto y ejecución de la obra se les olvidó incluir las banquetas para los ciudadanos de a pie. También a los burócratas encargados de vigilar la obra les pasó de noche. En ese cruce los ciudadanos de infantería y los que usan silla de ruedas fueron brutalmente olvidados por las políticas gubernamentales. Sólo las sillas de ruedas motorizadas gozan de derechos en esta otrora culta ciudad. Ese cruce puede ser bautizado desde ahora con el nada honroso título de Máximo Símbolo del Desdén para el Homo Caminante. 

Más adelante, en una esquina, al tratar de cruzar la calle, Sócrates y Fredo fueron brutalmente arrollados. Perecieron bajo las ruedas de un carruaje tirado por una vieja mula desbocada, que llevaba a los hijos de una noble dama, no menos mula, a la academia. 

www.jesuscarranza.com.mx. 
Jesús Carranza