Orange, el color del humanismo

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Orange, el color del humanismo

Regresó a Netflix una de las series de televisión –a mi gusto– más conmovedoras de todos los tiempos. La cuarta temporada de “Orange is the New Black” se estrena durante una anquilosada época marcada por la tragedia, la homofobia y los fanatismos extremos. Vivimos en una era que bien puede compararse con cualquier otro período oscuro de marginación, terrorismo y violaciones a los derechos humanos, y por lo mismo, en esta actualidad también se han intensificado las demandas sociales. En este contexto de lucha, las voces se multiplican y llegan de los lugares menos esperados, incluida la industria del entretenimiento, que si bien se encuentra subyugada por los intereses del capitalismo, todavía se alza con algunos magistrales ejemplos de apertura y discurso –hasta cierto punto– beligerante.

“Orange is the New Black” lleva cuatro años provocando controversia debido a sus temáticas. Una de ellas, obvia y realista, es la homosexualidad. El hecho de que se trate de una comedia dramática ha generado simpatía con la audiencia, pues vemos esta historia desde varios ángulos y también con diferentes tonalidades. Vamos, no es La historia sobre homosexualidad. No estamos hablando de “The L Word” ni de “Lip Service”, sino de una trama sobre relaciones humanas tan bien estructurada, que en ella encajan todo tipo de preferencias románticas y sexuales y que además, consigue la fusión de otras líneas narrativas sin que la homosexualidad ceda su relevancia argumental. Tampoco estamos hablando de el drama sobre lesbianismo. La serie da un paso adelante y aborda la homosexualidad como “parte de”: las tramas se desencadenan “alrededor de”; “a pesar de”; “por encima de”. Las mujeres en la prisión de Litchfield sufren las desdichas de reclusas, sean gays o no. Y si el lesbianismo llegara a tomar protagonismo, las tramas se enfocan, simplemente, en las complicadas relaciones amorosas. Lo digo de manera más sencilla: La orientación sexual dentro de la serie se vincula con historias realistas y bien desentrañadas, que no se aprovechan del drama ramplón y unilateral al estilo de esa película reciente llamada “Pink” –nada más por poner un ejemplo.

En serio, extrañaba esta serie tan cálida, divertida y emotiva. Es una serie con un poder narrativo impresionante, que no se anda por las ramas a la hora de tocar temas disque escabrosos (sexualidad, racismo, violencia, religión), pero que lo hace siempre desde la humanidad de sus personajes y no desde los clichés o la manipulación.

Su cuarta temporada es igual de entretenida. Nos revela nuevas historias sobre los personajes que todavía no conocemos (María Ruiz y Brook Soso se apoderan de los primeros episodios) y nos sorprende con incorporaciones interesantes al elenco –llegan a la prisión una celebridad y un montón de reclusas latinas deseosas de poder. 

Como siempre y ahora más que nunca, que necesitamos más humanidad y menos odios radicales, recomiendo echarle un ojo a “Orange is the New Black” (digo, para quienes todavía no le dan oportunidad). 

Mi calificación: 90 de 100. Mi Twitter: @CalladitaR