El ‘queísmo’ en El Quijote
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El ‘queísmo’ en El Quijote
Una de las críticas más frecuentes –y aun feroces- que se le hacen al texto de El Quijote, consiste en señalar que Cervantes incurre en numerosas ocasiones en el feo “queísmo”. Es decir, en el abuso de la palabra “que” (o bien “qué”) al escribir, la cual hace que la redacción sea o parezca defectuosa, cacofónica, horrible.
Qué tan grande no será El Quijote, que hace más de medio siglo, cuando la tecnología informática no estaba ni remotamente tan avanzada como está ahora, a principios de la década de los años 60 del siglo pasado hubo quien, el español Carlos Fernández Gómez, se dio a la tarea de contar una a una cuáles son las palabras más usadas por Cervantes en El Quijote. Y encontró que es precisamente el monosílabo “que”.
En efecto, según ese cómputo, la voz “que”, en sus distintas funciones, es la palabra más usada en El Quijote. En sus dos partes aparece 21,797 veces. Le sigue el artículo “la” con 21,435 y luego la preposición “de” con 18,418.
Aunque un lector muy atento de El Quijote se da cuenta casi de inmediato cuando en unas cuantas líneas aparece muchas veces la palabra “que”, lo cual ocurre en numerosas ocasiones a lo largo de la novela, por lo general esa repetición pasa inadvertida. Esto es importante porque significa que Cervantes sabía dar a su prosa elegancia, armonía y ritmo, de manera tal que ese real o supuesto defecto no se nota.
La primera ocasión, de muchas, que en la novela aparece varias veces la palabra “que” en unos cuantos renglones, se encuentra en el capítulo 4 de la I Parte. Es en el episodio en el cual Don Quijote ordena a Juan Aldudo suspender los azotes que estaba propinando a su trabajador el joven Andrés, por reclamarle lo que le adeudaba. Luego de que Don Quijote se retira de la escena, tiene lugar el siguiente diálogo entre amo y trabajador:
“Venid acá, hijo mío, que os quiero pagar lo que os debo, como aquel deshacedor de agravios (Don Quijote) me dejó ordenado. Eso juro yo, dijo Andrés, y como que andará vuestra merced acertando en cumplir el mandamiento de aquel buen caballero, que mil años viva, que según es de valeroso y de buen juez, ¡vive Roque, que si no me paga, que vuelva y ejercite lo que dijo!”. Si se cuentan, en este breve párrafo aparece ocho veces el vocablo que.
Después de cuatro siglos, la evolución natural del castellano ha permitido evitar la repetición de algunos ques. Por ejemplo, Cervantes escribe: “Le preguntó que de qué se quejaba”. Hoy decimos: “Le preguntó de qué se quejaba.”
Con independencia de lo anterior, no son pocos los preceptistas que ahora consideran extraña, absurda, la guerra declarada por algunos autores, que han llegado a la puerilidad de evitar todo “que” en sus escritos. Tal vez no han caído en la cuenta que con eso le quitan al castellano su fuerza expresiva, su riqueza coloquial. Allá ellos. (47)