Refugiados, economía e Hiroshima protagonizarán la cumbre del G7

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Refugiados, economía e Hiroshima protagonizarán la cumbre del G7

Un agente de policía japonés permanece en guardia junto al Santuario de Ise en Ise, Japón. Foto EFE
Para Obama será su última cumbre del G7, pues dejará la Casa Blanca tras las elecciones del próximo noviembre.

La cumbre del G7 que se celebra esta semana en Japón abordará desde la migración y el conflicto sirio hasta la ralentización económica, pero las conversaciones del jueves y el viernes podrían verse opacadas por la visita a Hiroshima del presidente estadounidense, Barack Obama.

Las cumbres del G7 -que reúnen a los líderes del Reino Unido, Canadá, Estados Unidos, Francia, Alemania, Italia, Japón y la Unión Europea- suponen una oportunidad para establecer las prioridades globales y buscar un acercamiento común en cuestiones clave.

Durante una reciente visita a Bruselas, el primer ministro nipón y anfitrión de esta cita, Shinzo Abe, apuntó que el G7 debería "actuar al unísono" para defender sus valores comunes. Pero cada uno de los líderes que viajan a Ise-Shima lo hace con diferentes intereses.

Para Obama será su última cumbre del G7, pues dejará la Casa Blanca tras las elecciones del próximo noviembre. Muchos temen que de esa cita con las urnas salga un nuevo presidente aislacionista encarnado en el republicano Donald Trump.

El premier británico, David Cameron, llega a Japón pocas semanas antes del referéndum en el que su país decidirá sobre su futuro en la Unión Europea (UE). Sus socios europeos aguardan con nerviosismo la votación del 23 de junio y es de esperar que en esta cumbre desde Obama hasta la canciller alemana, Angela Merkel, confronten a Cameron con las duras consecuencias que podría tener para el Reino Unido la salida de la UE, también en cuestiones económicas y financieras.

Otros países europeos quieren poner también el acento en retos como la migración y el terrorismo internacional. Francia, que en 2015 sufrió graves atentados, quiere lograr importantes muestras de solidaridad en la lucha contra el terrorismo.

Merkel, por su parte, necesita una señal de esfuerzo conjunto en la crisis de los refugiados. Si los otros seis jefes de Estado y de Gobierno se solidarizan con ella, podría trasladar en casa el mensaje de que las causas de esa crisis se están combatiendo de forma común y de que Alemania no está sola con ese problema. Lo mismo serviría para Italia, que podría verse afectado por el cierre de la ruta de los Balcanes.

La migración es "uno de los retos globales definitorios de nuestro siglo", aseguró el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, durante la visita de Abe. "La comunidad internacional debe hacer su justa parte" al respecto, agregó. Pero esta cuestión tiene una prioridad baja para el anfitrión de la cumbre, Japón, que el año pasado sólo aceptó a 27 refugiados de entre 7.500 solicitantes de asilo.

No obstante, los analistas creen que esta cumbre es una oportunidad para que Abe impulse el papel de su país en la comunidad internacional e inyecte nueva energía al formato G7, que en los últimos tiempos perdió peso frente a otros foros como el G20.

A principios de mayo Abe viajó por Europa para exponer sus prioridades y se reunió incluso con el presidente ruso, Vladimir Putin, cuyo país fue expulsado del G7 en 2014 tras su anexión de la península de Crimea, hasta entonces territorio ucraniano.

Agentes de policía japoneses permanecen en guardia en un puesto de control en una carretera que conduce al Santuario de Ise en Ise, Japón. Foto EFE

Se espera que los líderes del G7 se mantengan firmes en su respuesta a Rusia, a la que se acusa de estar apoyando a los separatistas en el este de Ucrania. La UE está aguardando a los resultados de la cumbre para iniciar un debate a nivel europeo sobre la extensión de las sanciones impuestas a Moscú.

Durante su gira Abe se ha centrado principalmente en la economía, abogando por un aumento del gasto público para afrontar la ralentización global. Pero Merkel rechazó recientemente esa idea y en su lugar pidió medidas que incluyan reformas estructurales.

El primer ministro nipón está bajo presión a nivel interno, ya que sus políticas económicas (conocidas como "Abenomics"), no lograron revitalizar el crecimiento a largo plazo. Japón está asediado por la deflación y los mercados de acciones han caído en medio de las preocupaciones de que la subida del yen afecte a las exportaciones.

Este tema es también una manzana de la discordia a nivel internacional y Washington observa con recelo los movimientos de Tokio -y Pekín- destinados a mantener bajo el valor de sus monedas de forma artificial.

Por otro lado, la UE confía en que las reuniones de Ise-Shima impulsen las conversaciones sobre tratados de libre comercio. El bloque europeo está atascado en duras negociaciones con Estados Unidos y Japón, mientras que la opinión pública se inclina a rechazar los acuerdos, entre otras cosas por miedo a que la liberalización del comercio exponga a las industrias nacionales a una fuerte competencia exterior.

A este aspecto ha contribuido también la disputa internacional con China sobre sus exportaciones de acero. En medio de un exceso de oferta que está rebajando los precios y provocando despidos, se acusa a Pekín de intensificar el problema con subsidios al sector y exportaciones a precios injustificadamente bajos.

Se espera que ese tema esté en la agenda del G7, del que no forma parte China, así como la disputa regional protagonizada por Pekín sobre el mar de la China Meridional, que se supone rico en recursos marinos y que es reclamado en distintos puntos por cinco países vecinos.

El mes pasado los ministros de Exteriores del G7 generaron una fuerte reacción de China al oponerse a cualquier "acción unilateral intimidatoria, coercitiva o provocadora" y en esta cumbre podría reafirmarse ese mensaje, según fuentes del UE.

Pero es posible que gran parte de la atención mundial se fije en un acto que tendrá lugar cuando finalicen los encuentros: Obama se convertirá en el primer presidente estadounidense en activo que visita Hiroshima, una de las dos ciudades japonesas sobre las que Washington arrojó bombas nucleares durante la Segunda Guerra Mundial.

Quienes esperen una disculpa sufrirán una decepción, pues Obama camina sobre una delgada línea entre el respeto a las víctimas y las sensibilidades en su país, donde se considera que el ataque atómico fue necesario para poner fin a la guerra.