Paraísos imaginarios

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Paraísos imaginarios

La semana pasada una noticia llamó la atención de los laguneros: Cuando un sujeto se divertía en un bar en la ciudad de Gómez Palacio, en el estado de Durango, la mujer que alegremente lo acompañaba le asestó tres navajazos.

Los hechos, cuentan las crónicas periodísticas, sucedieron cuando se sueltan los demonios, ya muy entrada la madrugada, después de la una de la mañana (el novelista Francis Scott Fitzgerald decía que a las tres de la madrugada se registra la auténtica noche del alma, esa que cantó San Juan de la Cruz, el santo patrono del gremio de los poetas).

Decíamos, estaban en el interior de un bar cuando la mujer, quién sabe por qué motivos -quién sabe asimismo de dónde habrá sacado un objeto punzocortante-,  sin decir agua va, y con una precisión quirúrgica, de tres puyazos hirió a su compañero de juerga en vejiga, pene y testículos. En ese orden.

Según las notas periodísticas, repetimos, era su pareja sentimental. En un abrir y cerrar de ojos el Romeo quedó castrado. Los cantineros sacaron a la banqueta al herido y lo sentaron para que esperara a los socorristas; hasta allí llegó una ambulancia de la Cruz Roja y lo trasladó a una clínica del Seguro social.

En el hospital, el sujeto fue intervenido quirúrgicamente para tratar de salvarle lo que quedaba de su hombría. Se desconoce si lograron recomponerlo o quedó afectado de por vida.

Cuando llegaron los jenízaros de la Fiscalía al hospital, el herido sólo se concretó a balbucear su nombre, un tal Heberto, y se negó a dar sus apellidos, tampoco dijo dónde vive, no vaya a ser que las investigaciones lleven a los oficiales hasta el domicilio y se entrevisten con la esposa, vaya a usted saber y pierda lo poco que le quedó. En fin, que el herido no echó de cabeza a su amasia.

Por lo demás, y fuera de estos episodios trágicos, las mujeres van ganando terreno. En una página de internet se anuncia un objeto muy práctico que vendrá a revolucionar el mundo de las damas.  A partir de ahora podrán satisfacer esa envidiable experiencia que, hasta hace poco, era un gozo sólo para el sexo masculino. Me atrevo a asegurar que al doctor Freud le hubiera gustado ser el creador de este invento y estudiar sus efectos en la psique humana. Con este artefacto, que los hay reusables o desechables, al insertárselo de modo adecuado, las damas pueden orinar de pie.

Para un hombre es fácil, en un momento de apuros, en plena carretera por ejemplo, bajo la sombra de un árbol, dar alivio a esa necesidad menor pero primordial; en cambio, para una mujer, eso de andar buscando un baño de gasolinera resulta a menudo tardado y molesto.

Pues bien, a partir de ahora, si andan de fiesta en fiesta por las calles y derivado de la ingesta de bebidas, en una emergencia, simple y llanamente saca la dama de su bolsa el adminículo, lo prepara, se lo coloca y podrá desaguar la vejiga de pie, cómodamente.

Como podemos ver, en este nuevo siglo y milenio, tanto el género como la anatomía han pasado a segundo término. Si una mujer puede orinar de pie, las leyes mexicanas se han puesto al día y ya certifican el contrato civil del matrimonio entre parejas del mismo sexo. Si un hombre desea casarse con otro, pues que se case; si una mujer desea casarse con otra mujer, pues también que así sea. Inclusive, si un hombre desea casarse con una mujer, por más grande que sea el escándalo, podrá hacerlo si es su voluntad.  Al tiempo, también podrán regresar a su estado de soltería, en virtud del bendito divorcio. Como usted ve, la época de las sorpresas y de los asombros bobalicones ha terminado.

Ahora la verdadera curiosidad la constituye el matrimonio heterosexual, cada día más minado por el divorcio. Y es que estos vienen de regreso, cuando los pobres homosexuales apenas van a ese paraíso imaginario…

www.jesuscarranza.com.mx