Rayados se llena de asteriscos
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Rayados se llena de asteriscos
A Rayados le supo bien eliminar a Tigres por cuestiones ligadas al Clásico, pero la forma en que lo hizo se llenó de asteriscos. Ganó la serie por goles, no por futbol y eso hay que subrayarlo.
De entrada, la autocrítica de Rayados tras el primer set de esta Liguilla debe estar orientada a que lo de su autosuficiencia tiende más a ser un mito si no se la estimula. Esto es que en cada partido está obligado a confirmar su crecimiento, no a devaluarlo.
Que su futbol es competente, sí, por esa racha productiva que lo acompañó en el torneo, pero aún no es un equipo maduro capaz de soportar las oscilaciones de su propio funcionamiento. Hoy parece estar emocionalmente tierno para sentirse ganador por el solo hecho de creer que puede sin superarse.
Debe entender que el superliderato le ha dado derechos, más no garantías. Se olvida que siempre ha necesitado de un esfuerzo para mantener su capacidad de ejecución vigente.
Por lo tanto no puede presumir un estado de confort o sentirse realizado en plena etapa de exigencia y más aún cuando no ha ganado nada. Lo suyo todavía está en proceso y sería una imprudencia querer vivir de sus rentas. Tiene etiqueta por los aciertos que ha tenido, pero también trae errores que condicionan su peso futbolístico.
Esa propuesta fantasmal que tuvo el sábado ante Tigres, al menos, por 70 minutos, exhibió la naturaleza de este Rayados: un equipo utilitario de perfil alto que sin gol cae a lo mundano, a lo irrelevante. Esto desnuda que su consolidación aún está muy lejos, incluso, más allá de un potencial título.
Rayados ofreció el sábado un juego diametralmente opuesto al exhibido en el 3-1 del Universitario. Le faltó concentración, vocación, manejo de situaciones, puntería, pero por sobre todas las cosas, le faltó humildad.
Esto último se vuelve muy determinante en estas instancias. Rayados miró por encima del hombro a Tigres por esa ventaja casi decisiva que había sacado en la ida. Quiso jugar con ese hándicap, pero Tigres terminó jugando con esa soberbia de Rayados y lo orilló a hundirse en una incoherencia futbolística que por poco le arruina el semestre.
Rayados fue su propio enemigo, no Tigres. Esta lección tendría que servirle al cuadro de Mohamed para recapacitar y mirar lo que viene con más precauciones y menos suficiencia.
Su futbol puede que siga siendo efectivo siempre y cuando entienda que no le sobra nada, que su solvencia ganada, en todo caso, es por la acumulación de esfuerzos más una alta dosis de contundencia. Nada más. No por obra de un juego calificado, sólido, inquebrantable y de gran altura, porque en rigor de verdad no lo tiene.
Rayados no es cualquier equipo cuando ataca, pero sí es un equipo cualquiera cuando defiende. Estos matices estéticos y tácticos también hacen ruido. Su súper producción en la fase regular estuvo enlazada a esa terrible capacidad de fuego que ostenta y que ha surtido un tremendo efecto anestesiante sobre sus rivales.
Pero el equipo siempre ha tenido desajustes atrás. Defiende en zona, casi siempre en línea y, muchas veces, mal. Da enormes ventajas, no hace los recorridos adecuados, no tiene aceitadas las coordinaciones y ofrece lagunas por los laterales. Tigres le ha traído a superficie todos esos vicios que venían ocultos en el paquete.
Por lo tanto, si Rayados quiere sentirse ganador, primero debe preocuparse por jugar mejor. No sólo le alcanza con hacer goles, sino que ocupa argumentarlos. Nadie duda de su fructífera campaña, pero mantiene dudas sobre el alcance de su futbol por las ondulaciones que trae. Esa es la realidad.