Se vende por hechicero

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Se vende por hechicero

Recientemente se hizo pública una curiosa noticia: el Cerro del Pueblo, considerado todavía por algunos como uno de los emblemas de Saltillo, está a la venta. Resulta que el otrora emblemático cerro pertenece a particulares, y no es, como pudiera pensarse por su específico nombre, propiedad municipal, es decir del pueblo.

Se vende el Cerro del Pueblo: ¿Quién lo quiere comprar?¿Acaso se vende por hechicero y porque ha pagado mal, como dice la canción en la que se venden unos ojos negros? Tal parece que el embrujo emanado por el coloso del poniente de la ciudad ha dejado de surtir efecto en los saltillenses. Ya nadie le canta, ya nadie lo ve como el gigante detrás del cual se esconde el Sol al atardecer. Muy a pesar de eso, durante siglos ejerció su hechizo en muchas generaciones y en muchas dejó huella imborrable. 

Óscar Dávila, mi padre, tituló así un pequeño texto: “Nuestra ciudad. Divagaciones sugeridas por su contemplación desde la falda del Cerro del Pueblo”, y ahí escribió en referencia a Saltillo: “…Y después de cuatro siglos, un poco vieja y cansada, permanece todavía como centinela alerta al borde del desierto… Del inmenso y para nosotros amenazante ‘desierto de las almas’ del que habla Vasconcelos. 

Este es el mejor lugar para contemplarla y ésta, la hora vagarosa e indecisa del atardecer, la mejor hora… El cementerio, muy más poblado que el humilde caserío de adobe y de ladrillo, se ve en primer término…”.

El Cerro del Pueblo es el paisaje saltillense donde la tarde agoniza. A esa hora estalla el Sol y deja sus astillas sobre el profundo azul del cerro. Si al atardecer se mira al poniente, la escena sobrecoge el alma: el cerro juega con las más intensas tonalidades del añil y deja salir de sus entrañas los más bellos ocasos de Saltillo. La luz de esos momentos parece vestir la ciudad y extenderse hacia el oriente hasta su extremo opuesto. El historiador Vito Alessio Robles escribió esta frase en alguna parte de su libro “Saltillo en la historia y en la leyenda”: “Y cuando el Sol se pone tras los crestones del Cerro de Tlaxcala y sus últimos rayos tiñen en una llamarada de incendio las nubes, la sierra de Zapalinamé aparece vestida de oro bermejo…”. Alessio llama Cerro de Tlaxcala al Cerro del Pueblo por estar ubicado en terrenos del antiguo pueblo fundado al lado poniente de la villa española del Saltillo, San Esteban de la Nueva Tlaxcala, posteriormente fusionado a la villa para formar la ciudad de Saltillo. De ese lado todo se llamaba del “pueblo”, así el Cerro del Pueblo, el coloso del poniente, y el Arroyo del Pueblo, que atraviesa la ciudad de sur a norte.

Los nuevos escritores y pintores no conocen el Cerro del Pueblo. Siendo Gobernador del Estado Óscar Flores Tapia, quien nació y creció en una casa en las faldas del cerro, lo hizo estampar en el mural de Salvador Almaraz en el Palacio de Gobierno, donde el rostro de Manuel Acuña parece surgir del mismo collado, y en el de González Camarena en la Presidencia Municipal. En este último, el artista pintó una carretilla cargada con el Cerro del Pueblo en su vientre acogedor, bajo los retratos del gobernante y sus colaboradores, en una escena rodeada de herramientas de construcción. Esa enigmática representación del Cerro del Pueblo vino a confirmar su calidad icónica y a ratificar al exgobernador como su último enamorado.

Antes, los excursionistas subían a las partes más altas y rodeaban la cresta más baja para llegar hasta la antigua cruz de madera. Hoy el cerro luce una gran cruz de cemento llamada del Apostolado, y despojado de los hechizos del silencio y la soledad que antaño atraparon a los poetas y escritores, ya nadie lo venera, ni las pandillas que lo acosan.

Hoy se vende el Cerro del Pueblo. ¿Quién lo quiere comprar?

edsota@yahoo.com.mx