La araña violinista en el tejado (de una cantina)
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La araña violinista en el tejado (de una cantina)
Aún se conservan, a la hora de los calores extremos, lugares donde la gente busca refugiarse del Sol de las dos de la tarde.
En Saltillo, Ramos Arizpe y Arteaga, las cantinas son una referencia en el mapa urbano. Pregunta alguien sobre tal o cual oficina, mueblería o papelería, y la gente suele responder, “eso que usted está buscando se encuentra a una cuadra de la cantina fulana”.
La gente no suele usar como referencia las iglesias o las escuelas. Aunque en las casas de estudio, desde tiempos remotos, los estudiantes se tiraban en los jardines a saborear los primeros tragos que el raquítico presupuesto de “estudiambre” alcanzaba.
En Saltillo hay una avenida, la Presidente Cárdenas, en esa calle desde hace más de cuatro décadas fueron alternando las refaccionarias y las cantinas. De tal forma que si alguien anda en busca de una refacción para su automóvil, se interpone una cantina en el camino para mitigar la sed con una fría cerveza, si en el interior hay algunos conocidos, la refacción para el automóvil tendrá que esperar a otros tiempos.
Camina la gente por esas banquetas de la calle Presidente Cárdenas, y hasta afuera se escuchan los alaridos de Vicente Fernández reventando las rockolas.
Hay una cantina que tiene por nombre “El Retén”. Andaba un sujeto buscando un retén para su automóvil y entró a la cantina buscando la refacción. Salió sin retén y sin dinero.
En Arteaga, a la orilla de la acequia hay dos cantinas que dan servicio a los parroquianos de la Villa. En el espejo detrás de la barra de una de las cantinas aún se conservan las calcas de candidatos a distintos puestos de elección popular, así como aspirantes a la gubernatura de Coahuila. Ahí sirven los jaiboles en vasos de cristal, por ejemplo, con la fotografía impresa de Eliseo Mendoza Berrueto, candidato hace muchos entonces a diputado federal. Añeja cantina con anejos recuerdos…
En Ramos Arizpe hay una cantina que es considerada todo un templo gastronómico: El Casinito.
En esa cantina de la tierra de “El Chantre”, se dieron cita en cierta ocasión, en una larga mesa, un grupo de taurófilos para hablar de toros y toreros, algunos de los asistentes a esa tertulia poseen en sus residencias verdaderos museos taurinos. Daban cuenta de faenas de mediados del siglo pasado, con todo lujo de detalles. En una mesa contigua, uno de los parroquianos dijo: “Están como el desaparecido ‘Mago’ Septién cuando recordaba jugadas memorables de beisbol, ni cómo desmentirlos, no es uno tan vejo”.
En otra mesa estaba un grupo de abogados. Entró un corredor de bienes raíces, se dirigió hacia ellos y les dijo, “allí afuera están buscando un notario para elaborar una escritura”. Uno de los abogados le respondió: “que nos busquen el lunes, y tú no andes vendiendo propiedades en viernes por la tarde”.
LA DEL ESTRIBO
Aunque usted no lo crea, en Coahuila hay una araña que está atacando a la clase política, y no es una araña panteonera, no, es una araña violinista. Don Álvaro Pérez Treviño, hijo del general revolucionario Manuel Pérez Treviño, fundador del PRI y por tanto el autor de tres cuartos de siglo de paz social, murió la última semana de abril en la ciudad de Piedras Negras, víctima del temible arácnido.
Esta araña está poniendo en jaque a las autoridades. Según los periódicos, y si lo dicen los periódicos es verdad, el exgobernador de Coahuila, Enrique Martínez y Martínez, está realizando intensa gira por las distintas regiones del estado para despedirse de sus correligionarios. Como si se fuera a ir al fin del mundo.
Antes de instalarse en la embajada de México en Cuba, don Enrique asistió a manifestar sus condolencias a los familiares de don Álvaro y no se sabe dónde fue, pero el exgobernador también fue mordido por otro ejemplar, muy similar al que acabó con la vida del hijo del general. Ojalá no haya sido la misma, o cargará con dos connotados políticos sobre su peluda cabeza. Afortunadamente don Enrique fue atendido a tiempo y ya se recupera para despachar en la isla de los Castro, esa melodiosa isla que ya está convirtiéndose, una vez más y a pasos agigantados, en una fuerte competencia para Las Vegas y Atlantic City, en esta época de las mafias -perdón, de los trusts y los consorcios hoteleros y turísticos globales-.
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