¿A qué vino el Papa? 1/2
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¿A qué vino el Papa? 1/2
¿A qué vino el Papa? En su momento, fui de los pocos humanos que no escribí del Papa. Lo respeto. Sólo eso. Menos creo en él en ninguna de sus variantes. Hoy lo abordo para dejar mi testimonio al respecto. Espero le interese lector. La esperada visita del Papa Francisco a México, causó suficiente revuelo para dar planas y cobertura especial a un hombre tan popular y carismático como un rock star. El gobierno de Enrique Peña Nieto al final de cuentas, se colgó la medalla acaparando reflectores.
Los discursos y palabras críticas, al día de hoy, ya cayeron en tierra yerma. Y es que seis días de Papa en México, fueron muchos días de Papa en México. Jorge Mario Bergoglio, argentino de nacimiento se ha despojado de su nombre de pila, para asumir uno nuevo y beatífico: es el Papa Francisco. Es Obispo de Roma, pero es llamado por su feligresía como el Santo Padre, el Santo Papa. Se le ha considerado igual que a Juan Pablo II, un Papa misionero. No está en las cuatro paredes de sus oficinas en Ciudad del Vaticano, no; se la ha pasado viajando, tratando de unir a su grey, a sus ovejas, llevando una especie de nuevo Evangelio más terreno y de acuerdo a las épocas de cambio y tiempos convulsos en los cuales estamos asfixiados. El Papa Francisco vino a México por seis días. Un País donde según datos del INEGI, el 82.7% de su población es católica.
Contrasta la cifra con apenas un 6.7% de la población mexicana (más de 7 millones de personas) que dijo ser pentecostal, evangélico o cristiano. Aunque, la cifra es apabullante, ha venido en descenso el catolicismo en los últimos años. En Coahuila, por ejemplo, donde habitamos hoy, según datos del INEGI de los últimos 10 años, los católicos en el Estado disminuyeron, pasando de un 86.4% a un 83% y en picada. Dato de colección, justo y desde que llegó a tierras norteñas su actual Obispo, Fray Raúl Vera López. El Papa Francisco llegó entonces, a un país de los más católicos del mundo (el primero es Brasil, país al cual ya fue).
Es líder del catolicismo mundial. Se ha caracterizado por una vida sencilla, a ras del suelo y polvo, dejando atrás la vida fastuosa de faraón que se daban los anteriores jerarcas. No por algo entonces, en su “Evangelii Gaudium” (Documentos pontificios. Ediciones Sapienta. Noviembre de 2013) en su exhortación apostólica aboga por la “inclusión social de los pobres” (Página 17). Y fustiga posteriormente lo que ha denominado la “globalización de la indiferencia.” Lo que yo le he platicado en la columna sabatina de Dios. Dios no va a venir a arreglar el mundo. Hay que hacerlo nosotros.
Esquina-bajan
El Papa Francisco ha pregonado con el ejemplo. Renunció a vivir en el Palacio papal y se mudó a un departamento sencillo, modesto, con lo indispensable. Viaja en su Fiat cinquecento y no en el papamóvil blindado que le fue asignado. Rechaza cualquier tipo de protocolo, pompa y te deum, aunque en su recibimiento en México, le pusieron alfombra roja la cual despreció. Televisa le montó un buen show. Televisa y el gobierno oficial de Enrique Peña Nieto fueron los “ganones” y bendecidos de esta visita.
El Papa Francisco es tan congruente con su pensamiento, su apuesta y valores cristianos, que sus discursos en México fueron los esperados: un posicionamiento mediático total.
Señalamientos con índice de fuego en contra de políticos, jerarcas católicos (al cardenal Norberto Rivera, arzobispo de México, lo marginaron a tal grado de las actividades, que un investigador, Elio Masferrer, lo ha bautizado como un representante de la “Teología de la prosperidad”) y una agenda cargada en lugares simbólicos-geográficos en todo el País. Sólo un problema: nada va a cambiar. Nada cambió. Nada va a cambiar si usted no cambia lector.
Sus señalamientos son lo que denominamos coloquialmente los mexicanos, “llamadas a misa.” Al tañer de campanas, usted sabrá si va o no. Si hace caso o no. Así de fácil. ¿De quién es la siguiente frase? “Por el bien de todos, primero los pobres.” No, no es del Papa, su versión divina es la arriba anotada: la “inclusión social de los pobres.” La anterior frase es la del eterno candidato a la Presidencia de México, el crucificado de Tabasco, Andrés Manuel López Obrador. ¿Quién es entonces un crítico de valor y quién un populista? Los posicionamientos del Papa Francisco en seis días en México abarcaron a todo mundo. No midió grado ni mando. Hoy son sólo olvido.
Letras minúsculas
¿A qué vino el Papa a México? No habló de excomulgar a los narcotraficantes, no habló de meter al bote a los curas pederastas, no habló de Marcial Maciel…