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Arnaldo Otegi, la esperanza independentista vasca en la era post-ETA
Arnaldo Otegi es la gran esperanza de la izquierda independentista vasca en la era post-ETA. A sus 57 años y tras seis y medio en prisión, sigue siendo su rostro más conocido y su liderazgo se mantiene intacto tras su paso por la cárcel. Todo a punta a que aspirará a la jefatura del Ejecutivo del País Vasco.
De formar parte de ETA, en la que entró a finales de la década de los 70, llegó a ser clave en el final de la organización separatista vasca, que en octubre de 2011 anunció el cese definitivo del terrorismo tras cinco décadas y más de 800 muertos y con su capacidad muy mermada por los golpes policiales.
"Era la alma máter de la apuesta por contribuir desde el interior del 'abertzalismo' al final del terrorismo etarra", en palabras del periodista de "El País" Luis R. Aizpiolea, experto en el tema. En 2006 había tomado ya parte en el fallido proceso de diálogo que el socialista José Luis Rodríguez Zapatero inició con ETA.
Hombre de paz para unos -lo han llamado "Gerry Adams vasco" y "Mandela vasco"-, terrorista para otros, su salida de la cárcel lo coloca en el centro de la política vasca en un tiempo nuevo.
Entró en la cárcel condenado por haber intentado ayudar a ETA reconstruyendo Batasuna, uno de los sucesivos partidos ilegalizados por la Justicia española por ejercer como brazo político del grupo armado. El tiempo desmostró que esa reorganización se hacía en realidad para promover el final del terrorismo.
"La violencia de ETA sobra y estorba", dijo él poco después del anuncio de octubre de 2011.
Destacadas personalidades pidieron en los últimos años su excarcelación, entre ellas los premios Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel y Desmond Tutu. Y todas las formaciones vascas, excepto el Partido Popular (PP) de Mariano Rajoy, han reconocido en algún momento su contribución al final del grupo armado. "Donde mejor están Otegi y los suyos es en la cárcel", en palabras de la vicepresidenta del Gobierno español, Soraya Sáenz de Santamaría.
Otegi fue portavoz de la llamada "izquierda abertzale" durante 12 años (1997-2009) y se sentó durante una década en el Parlamento vasco (1995-2005).
Durante el tiempo que ha pasado en la cárcel, la "izquierda abertzale" pasó de ser el brazo político de ETA a asumir la vía legal en su aspiración a la independencia del País Vasco. Hace tres años fue nombrado secretario general de Sortu (nacer en vasco), uno de los partidos de la izquierda secesionista en el nuevo periodo.
Gran orador y con gran capacidad de liderazgo, aspira a convertirse en jefe del Ejecutivo del País Vasco en los comicios que la región del norte de España celebrará previsiblemente en octubre y que coincidirán con el quinto aniversario del cese del terrorismo.
También la izquierda abertzale se ha visto golpeada electoralmente por la irrupción del partido izquierdista Podemos en la escena política española y Otegi aspira a recuperar los 100.000 votos que se fueron a la formación de Pablo Iglesias en las elecciones generales de diciembre y a sumar votos menos independentistas.
Además, según la prensa, asumirá el reto de neutralizar el riesgo de división que hay en la "izquierda abertzale" por una corriente crítica que pide la amnistía de los miembros de ETA encarcelados.
Las adhesiones que suscita Otegi se vieron ya a su salida hoy de la cárcel de Logroño, donde lo esperaban 200 personas, entre ellas su mujer y uno de sus dos hijos. El sábado estará en San Sebastián, donde hace 11 años abogó por un proceso de paz. El acto se interpreta como arranque oficioso de la campaña electoral.
Sobre Otegi, sin embargo, pesa una inhabilitación parcial para ocupar cargos públicos hasta el año 2021 que acompañó a la condena de cárcel. El líder independentista intentará aprovechar un resquicio legal: la sentencia no especificó los cargos para los que quedó inhabilitado y existe el precedente de un parlamentario abertzale que pudo continuar en su puesto en un hecho similar.
La condena que ha cumplido no fue la primera por la que estuvo en la cárcel. Tras ingresar en ETA a finales de la década de los 70, en 1989 fue condenado a cinco años por su implicación en el secuestro de un empresario vasco. En la cárcel se licenció en Filosofía y Letras. Fue juzgado por participar en el secuestro de dos políticos, pero lo absolvieron por falta de pruebas.
En 2002 fue investigado por proferir gritos a favor de ETA en un mitin durante el "Aberri Eguna" o Día de la Patria Vasca. A ello se suman distintas sentencias, algunas luego suspendidas, por injurias al rey Juan Carlos, al que llamó "jefe de los torturadores", o por enaltecimiento del terrorismo en homenajes a etarras fallecidos.