El Gobierno tras la medalla
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El Gobierno tras la medalla
Tendrá unas tres o cuatro décadas eso de reconocer las acciones gubernamentales, dar diplomas y medallas.
Esto, es cierto, les activa y orienta. Pero, al mismo tiempo, puede parcializar su acción: Ganadas algunas medallas, todo lo demás (pareciera) puede quedar incompleto.
Algunos ejemplos de Coahuila y un Gobierno asiduo a la competencia, las medallas y los diplomas.
La Clínica del Magisterio tiene años funcionando a pedazos: El mismo personal médico receta sabiendo que el derechohabiente no podrá surtirse de medicinas; para las operaciones, la recomendación en corto es llevar la dotación del material de curación que podrá necesitarse, para no andar batallando a la hora de la hora; es práctica habitual tener que hacer tres o cuatro visitas a la farmacia o, de plano, comprar el medicamento por fuera.
Los más afectados de todo esto son los jubilados, pensionados y personas de la tercera edad.
Como la medalla buscada es la de “sanar” el sistema de pensiones, el asunto se ha tomado por aquello de que aliviarán la carga para las siguientes generaciones.
¿El “pequeño” detalle? Que se hace sin considerar a un grupo poblacional que ya está siendo afectado por un servicio deficiente. En palabras de la actual Secretaría General del Sindicato de Académicos de la Narro “… callados no nos podemos quedar ante las injusticias y el hecho de que estén pisoteando nuestros derechos humanos, el derecho a la salud, el derecho a la pensión digna” (VANGUARDIA, enero 28, 2016).
El Gobierno contra unos pocos, los más vulnerables.
Un tema revisitado en este espacio como (otro) ejemplo, el Registro Público.
Una inversión millonaria y un proceso modernizador que se les fue de las manos; una responsabilidad que sustituyen culpando a otros. Pasado un año y varios anuncios de que pronto se restablecerá el servicio, sigue sin funcionar a cabalidad.
Sin pericia para la implementación y sin una medalla por conseguir, al Gobierno poco parece preocuparle las afectaciones. Esporádicamente, los grupos interesados suelen colar alguna postura en las páginas de algunos medios, misma que se diluye entre la propaganda contratada y loas de conductores televisivos a modo.
¿Otro? Mírese lo que sucede en la Ciudad Deportiva de Saltillo. Por allá de octubre de 2014, cuando se anunció la remodelación integral, el entonces secretario de Infraestructura fijó en cinco meses el tiempo necesario para avanzar la primera etapa; para cuando se dio el (tan famoso) banderazo oficial de inicio, el todavía Gobernador decía a medios que tardaría unos nueve meses. Para diciembre del año pasado, se colocaba en sus puertas un letrero que indicaba que por la primera etapa de remodelación el parque estaba cerrado hasta nuevo aviso (VANGUARDIA, diciembre 21, 2015).
A quienes puedan tener alguna otra área para el esparcimiento y deporte, lo de la Ciudad Deportiva poco puede interesarles. Acá, además de que no hay medalla para terminar en los tiempos prometidos (sin contar que el retraso se pudiera dar porque los flujos de dinero no llegan a la constructora local según los primeros calendarios pactados), los afectados no tienen cara ni representación. El asunto puede seguir igual.
Los derechos a la salud de grupos vulnerables, los relacionados con la propiedad y el deporte. Si no hay medalla, en el olvido.
Pocos se alegran de que a un Gobierno le vaya mal; si a un Gobierno le va bien, por lo general, buena parte de la población se beneficia. Es sólo que, como está el esquema de incentivos, las medallas no consideran a la gente, solo alimentan el ego personal.
@victorspena
www.victorspena.net