Kerber frustra récord de Serena Williams

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Kerber frustra récord de Serena Williams

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Kerber, alemana de 28 años, numero seis hasta este domingo y ahora encaramada al número dos de la WTA, firmó la proeza de vencer a Serena.

La imagen describe a la perfección la grandeza del deporte. Serena Williams, la número uno, acababa de caer en la final de Melbourne (6-4, 3-6 y 6-4), de perder la oportunidad de alzar un nuevo grande, de elevar su 22º título del Grand Slam y, en consecuencia, igualar el histórico registro de la alemana Steffi Graf. A pesar del palo, del segundo shock que sufre en su asalto a ese gran objetivo –Roberta Vinci ya le privó de la meta el pasado mes de septiembre, en Nueva York–, la estadounidense rompió el protocolo y en lugar de esperar a Angelique Kerber en la red para la felicitación de rigor, cruzó de lado y estrechó a su rival entre sus brazos, porque sencillamente había sido superior. Saber ganar, saber perder.

Kerber, alemana de 28 años, numero seis hasta este domingo y ahora encaramada al número dos de la WTA, firmó la proeza de vencer a Serena. Desde 1999, cuando Graf elevó el trofeo de Roland Garros, una tenista alemana no celebraba un gran título; desde hacía 20 años, cuando Monica Seles ganó en Melbourne, una jugadora zurda no levantaba un major. De ahí las lágrimas, la emoción. "Mi sueño se ha hecho realidad esta noche. Por fin puedo decir que soy campeona de un Grand Slam", dijo Kerber en la ceremonia final. "Soy feliz por ti", manifestó Serena.

Nacida en Bremen, pero con raíces polacas, Kerber hasta ahora no había disputado nunca una final de esta envergadura; las semifinales del US Open (2011) y Wimbledon (2012) eran su cota máxima. Caprichos del destino, tuvo un pie y medio fuera del torneo en la primera ronda, cuando sorteó una bola de partido en contra frente a la japonesa Misaki Doi. La salvó y progresó hasta encarar a Serena. Contra esta, cinco derrotas en los seis precedentes.

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Sin embargo, Kerber salió sin ningún tipo de complejo. Practicó su tenis, que ofrece varios registros y desde hace tiempo pedía a gritos un reconocimiento. Ante el power game de Serena, esa descarga eléctrica de pelotazos de la reina del circuito, empleó una táctica inteligente. Para ganar tiempo de reacción, reculó un paso y pegó fuerte desde el fondo: derechas, cortados, reveses. Todo el abanico. Serena, mientras, no andaba fina. Nunca está cómoda frente a una jugadora zurda y Kerber, una superdotada física, de cuádriceps llamativos, le obligó a hacer un esfuerzo extra para arrebatarle cada punto.

El primer set ya fue un aviso. Kerber quebró dos veces el saque de Williams, muy desdibujada, con 20 errores no forzados (por tres de la alemana) en ese parcial de inicio. Lo enmendó al igualar en la segunda manga, pero seguía estando muy incómoda ante la versatilidad de su rival. Serena se ofuscó poco a poco. Jugó sobreexcitada, como si tuviera mucha prisa por ganar y dar caza a Graf. Sus gritos sonoros eran más una expresión de ansiedad, una necesidad de liberación, que una celebración verdadera. Desde hace tiempo, a la campeona se le percibe demasiado ansiosa.

Kerber, que con su séptimo título recibió también un cheque de 2,2 millones de euros, estuvo sensacional. Fue valiente y en los momentos críticos tuvo mesura y no perdió el control. Pero Serena no jugó bien. La alemana contuvo su derecha y su revés, y la número uno no supo encontrar un plan alternativo. Sirvió mal (seis dobles faltas, algunas de ellas en momentos decisivos) y su actuación en la red fue muy deficiente; en esa área falló 17 voleas en 32 aproximaciones. No tuvo medida. Pecó por exceso (potencia) o defecto (tensión).

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En el parcial definitivo, Kerber adquirió una renta de tres juegos (5-2), pero Serena se revolvió. Ahí tuvo su oportunidad (5-4), pero la de Bremen la frustró. Al final, después de dos horas y ocho minutos, hubo nueva entronización. Serena, seis veces ganadora en Melbourne, cayó por primera vez en una final australiana y la quinta en sus 26 de Grand Slam. La norteamericana no perdía en la final de un grande desde 2011; entonces le batió Samantha Stosur, en Nueva York. Además de la australiana, solo dos adversarias más le habían vencido en un escenario mayor: su hermana Venus (US Open 2001 y Wimbledon 2007) y Maria Sharapova (Wimbledon 2004).