Cuando un hijo muere
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Cuando un hijo muere
Saudade es una palabra en portugués difícil de traducir o definir. Expresa un sentimiento afectivo cercano a la melancolía, estimulado por la distancia temporal o espacial algo amado y que implica el deseo de resolver esa distancia. A menudo conlleva el conocimiento reprimido de saber que aquello que se extraña quizás nunca volverá.
En un intento de definir la palabra saudade se le compara con la nostalgia. Un escritor la definió muy bien así: “Lo que siente una madre cuando limpia el cuarto de su hijo muerto”. Ben Jonson escribió un poema cuando su hijo de 7 años murió en 1603. Aquí mi traducción:
A mi primer hijo. Adiós, hijo de mi mano derecha, y mi gozo,/mi pecado fue tener demasiada esperanza de ti, hijo amado,/Por siete años me fuiste prestado, y aquí te pago,/exigido por tu destino, en el día justo. /Oh, pudiera perder todo padre, ahora. ¿Para qué/el hombre lamentará el estado que debería envidiar?/Haber escapado tan pronto la ira de la carne del mundo/y si ninguna otra miseria, sino la edad?/Descanse en suave paz, y si le preguntan, que diga aquí yace/Ben Johnson su mejor pieza de poesía./Por cuya causa, de aquí en adelante, todos lo que diga sea: lo que él ame nunca le guste demasiado.
Es difícil imaginar el dolor de un padre o una madre ante la pérdida de un hijo. En Ramos Arizpe se suicidó un joven de 22 años. En Saltillo una niña de 8 años intentó suicidarse. Algo muy grave está pasando estas familias para que se presenten estos hechos.
“Cuiden mucho a mi hermanito, te quiero mucho papá”, fue lo que escribió en su carta suicida la menor abrumada por los problemas de su hogar, y tras la inminente partida de su padre. La pequeña vio discutir a sus progenitores. Su padre, quien acaba de salir del Penal Varonil luego de cumplir una condena de cuatro años, decidió abandonar a su familia. Esto atormentó a la niña. La depresión infantil existe, muchas veces pasa inadvertida. Pensamos que los niños son pura alegría.
“La depresión es una alteración emocional que consiste en mantener constante un estado emocional negativo desde que él se contemplan las cosas y se les dé forma, considerando que todo es triste, complicado y falta de interés. Esto sume al niño en una situación de desconfianza acerca de su capacidad para afrontar cualquier tipo de problema, lo que es especialmente descorazonador para él.
“La expresión de los niños se puede producir por factores personales de carácter, personalidad temperamento. Factores ambientales como los problemas familiares y escolares. Para combatir la depresión los profesionales tratan de cambiar algo que producen malestar.
Los cambios pueden referirse a: 1. Las ideas que un sujeto tiene sobre sí o sobre el entorno. 2. Al número de cosas agradables a las que tiene acceso. 3. A su competencia para hacer cosas. 4. A la calidad de las relaciones interpersonales. 5. Al control de la respuesta emocional negativa. La autoestima tiene dos componentes principales, que son las expectativas del sujeto y los logros que se obtiene, pero combinados dan una fórmula matemática: autoestima es igual a logros entre expectativas.
Se puede mejorar la autoestima, bien incrementando los logros o bien rebajando las expectativas, ajustando la salud logros. Esta es una tarea de reajuste mental. Así como se puede ayudar a un niño que está deprimido, también hay un cierto número de cosas que se pueden hacer para evitar o prevenir la aparición de esa depresión.
La mejor prevención es lograr una buena comunicación y promover en el niño todo aquello que le perita afrontar su vida desde la seguridad. Los padres habitualmente están sometidos a toda clase de problemas y atenciones. Por eso es absolutamente necesario tomar descansos, satisfacciones y diversiones que puedan dosificar la lucha diaria. Cuidar la propia felicidad es el camino para ser felices a los que tenemos alrededor. La alegría paterna es el mejor tonificante emocional del niño y hay que tomárselo muy en serio”.