Mando único
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Mando único
Don Chinguetas se inquietó sobremanera cuando su esposa, doña Macalota, no llegó a su casa aquella noche. Su inquietud se convirtió en alarma cuando tampoco la siguiente noche apareció. Acudió entonces al cuartel de policía del barrio y le informó al oficial de guardia: “Mi esposa ha desaparecido”. El gendarme, que conocía a la señora, pregunto: “¿Y viene usted a que lo felicitemos?”. Grande fue su sorpresa cuando el marido respondió: “No. Vengo a pedirles que la busquen”. “Allá usted –se encogió de hombros el jenízaro-. Yo en su lugar iría a la iglesia a dar gracias a Dios por ese gran milagro, y luego me tomaría un mes de vacaciones en alguna playa para celebrar el acontecimiento. Pero en fin, haremos lo posible por encontrar a su mujer. Sólo quiero advertirle: si la hallamos no admitiremos después reclamaciones por parte de usted”. Regresó don Chinguetas a su domicilio, y cuál no sería su sorpresa –frase inédita- cuando al entrar vio a doña Macalota en la cocina, dando buena cuenta de un gran plato de albóndigas en salsa de chipotle (del náhuatl “chilli”, chile, y “poctli”, humo; chile secado al humo). “¿Dónde andabas? –le preguntó, vehemente-. ¿Por qué faltaste de la casa dos noches seguidas?”. Contestó ella sin dejar de comer: “Fui secuestrada por una banda de siete forzudos hombres de muy bajos instintos. Me dijeron que los siete abusarían de mí repetidas veces, por riguroso turno, a lo largo de una semana”. Opuso don Chinguetas: “Pero han pasado solamente dos días. ¿Lograste escapar de esos bestiales individuos?”. “No –replicó doña Macalota-. Nada más vine a comer algo”… (Para agarrar fuerzas, supongo, y poder hacer frente al compromiso)… En tratándose de la policía yo estoy a favor del mando único. Los mandos divididos no sólo generan dispersión de fuerzas y mezquinas pugnas: también propician la corrupción. Por eso los hombres del mal –la expresión es de los Halcones Negros, héroes de mi niñez ávida de comics- prefieren que haya mandos múltiples, pues particularmente los de nivel municipal son fácilmente sobornables, y más susceptibles a las amenazas y al temor. Si hay que hacer cambios legislativos, aun de fondo, para implantar el mando único, háganse enhorabuena: las leyes deben responder a la realidad, y no ésta acomodarse a aquéllas. Lo dijo Macrobio, jurisconsulto supereminente: “Leges bonae ex malis moribus procreantur”. De las malas costumbres surgen buenas leyes. Principio básico de guerra es que todo aquello que daña a mi enemigo me favorece a mí. Estamos en guerra con los hombres del mal -¡ah, los Halcones Negros!-, y ellos temen al mando único. Por ende… Un viajero llegó a cierto remoto pueblo en la montaña. Iba por la calle en busca de un hotel cuando vio algo que le llamó mucho la atención: todos los hombres corrían apresuradamente, como huyendo de un peligro grande, en tanto que las mujeres seguían tranquilamente su camino. Le preguntó a uno: “¿Qué sucede?”. Respondió el otro sin dejar de correr: “¡Ahí viene el loco John! ¡Cuando lo posee la locura se arma con un filosísimo belduque, y a los hombres que tienen tres testículos se los corta sin ninguna compasión!”. El viajero, desconcertado, dijo: “Entonces puedo estar tranquilo. Yo tengo dos”. “De cualquier manera corra –le aconsejó el lugareño apresurando el paso-. John primero corta y luego cuenta”… Narró doña Madana: “Para perder peso me sometí a una dieta de ajos y frijoles. Lo único que perdí fue amigas”… Jactancio, sujeto elato, presumido, se topó con su amigo Timoracio, y lo vio inquieto y preocupado. “¿Qué te pasa?” –le preguntó. Respondió el otro: “Mañana me harán la circuncisión, y estoy nervioso”. “No te apures –lo tranquilizó Jactancio-. La circuncisión es cosa de cirugía menor. Lo único que hacen es quitarte el pellejito de la punta, y eso es todo. A mí ya me hicieron la operación, y no sólo no me dolió nada, sino que además aproveché el pellejito que me quitaron”. “¿Ah sí?” –se interesó el amigo-. ¿Qué podré hacer yo con el pellejito que me quiten?”. “No sé en tu caso –respondió Jactancio-. Yo me hice una cartera, un cinturón, un portafolios, un par de botas, un chaleco y una gorra con orejeras”… FIN.