Ben Brooks y el vértigo de la escritura

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Ben Brooks y el vértigo de la escritura

El escritor visitó México para promover la segunda edición de su último libro. / Archivo
El joven novelista visitó México para presentar su novela ‘Lolito’, ganadora del premio Somerset Maugham 2015

CIUDAD DE MÉXICO.- El novelista británico Ben Brooks (1992) da la impresión de ser tranquilo, aunque hay momentos en los que vive de manera muy intensa. Cuando escribe, lo hace con suma rapidez para que sus novelas puedan ser leídas a toda velocidad. “Suelo aburrirme de mí y suelo aburrirme también de los libros. Así que si no termino pronto, no termino en lo absoluto”, afirma en entrevista con Excélsior al describir sus hábitos como escritor.   

Acostumbra trabajar sus novelas en impetuosas temporadas de escritura, y luego se toma “unas largas vacaciones”, dice entre risas. “Escribo mucho un par de meses. Y luego nunca más... durante algún tiempo”. De ese modo es como terminó y publicó cuatro libros de índole experimental aún no traducidos al español, y Crezco (2011), escrita en su mayor parte a los 16 años, mientras se encontraba bajo los efectos de la resaca de las fiestas que narra en la novela.

Con la publicación de Lolito (2013), una historia de iniciación que no es autobiográfica, pero que tiene “como 65 por ciento” de autobiografía, Brooks ganó el premio Somerset Maugham 2015, a pesar de que no se considera un autor “tan serio como los que ganan premios” y, además, el mero hecho de querer serlo le parece “una pérdida de tiempo”.

Aunque todavía no sabe muy bien qué pensar de la premiación, no titubea al decir que “fue muy extraño. No me lo esperaba y realmente no me gustó del todo. Creo que tenían un dinero y no sabían que hacer con él”.

Brooks explica que no busca a un lector en específico: “uno trata de escribir el tipo de libro que le gustaría leer”. / Archivo

En Lolito, las referencias a la novela de Nabokov no van más allá del uso irónico del nombre. “Sólo me pareció un título divertido”, advierte Brooks. Su protagonista es un adolescente que pasa unas vacaciones en casa, en compañía y al cuidado de su perro, mientras sus padres asisten a una boda en Rusia. Víctima de los desasosiegos que vienen con los 15 años de vida, con su desahogada condición social y con la era que le tocó aprovechar y sufrir —las hiperconectadas décadas inaugurales del siglo XXI—, afronta una ansiedad aumentada por la infidelidad de su primera novia y por toda la información que consume a través de las pantallas que lo rodean. Cuando se envuelve en un romance con una mujer de más de 40 años, a la que conoce en un chat de sexo para adultos, el juego narrativo hará que el lector se ponga de pie, entumecido de risa.

Impresionado con la reacción que el público en español ha tenido con sus libros, Brooks explica que no escribe para un tipo de lector en particular. “Uno trata de escribir el tipo de libro que le gustaría leer. Aun cuando no es que quiera estar leyendo mis propios libros. Todo lo que puedes juzgar es la clase de cosas que te gustan y lo que te gusta leer.

No se puede hacer bien de otra forma. No funciona así, pues no conoces realmente lo que a alguien le va a gustar”. Tampoco se preocupa si su narrativa tiene un propósito. Se detiene a pensar y luego de un incómodo silencio opina: “No sé si tiene un verdadero propósito. Pienso que se puede disfrutar, supongo. Es algo muy simple. Es satisfactorio tener algo que comunicar. Es mucho más fácil comunicarse con las personas a través de los libros”.

Brooks aclara que no le gustan los autores obvios, “los más comerciales, los libros con lenguajes floridos, o autores como Conrad. Cualquier cosa con demasiadas palabras”. En cambio, siente atracción por los narradores rusos y los estadunidenses. De literatura mexicana o relacionada con nuestro país ha leído al escritor Juan Pablo Villalobos y Bajo el Volcán, de Lowry. Por otro lado, no le gusta la poesía, ni los poemas. Para él lo mejor son las novelas. En cuanto al género de no ficción, cree que el problema está en encontrar un tema de interés, mientras que “con la ficción puedes inventar lo emocionante. Tal vez no tenga la energía o crea que pueda hacer algo interesante con ese género”, concluye.