El verbo encarnado de Juan

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El verbo encarnado de Juan

En el Evangelio de Juan se presenta el significado de la Navidad en forma poética. No lo hace como Mateo y Lucas, evangelistas que aportan datos del nacimiento de Jesús y las circunstancias sociopolíticas y religiosas en que tuvo lugar. Por su parte el Evangelio de Marcos comienza con un Jesús adulto y una declaración sobre su identidad: "Principio del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios".

Juan abre su escrito como Génesis. El primer libro de la Biblia inicia con una afirmación: "En el principio creó Dios los cielos y la tierra". Por su parte, el autor del cuarto Evangelio lo hace de la siguiente manera: "En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios". Para Juan, Jesucristo es un nuevo Génesis, un nuevo comienzo, que se materializa cuando "aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros" (1:14).

La encarnación del Verbo es para Juan el clímax de la historia de la salvación. La cúspide de la revelación progresiva de Dios llega con Jesucristo a su punto culminante. Por esto escribió: "aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo" (1:9). Un poco más adelante afirma la superioridad de Jesús con respecto a cualquier otro personaje en el desarrollo salvífico, "porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia. Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo" (1:16-17).

Para no dejar dudas sobre que Jesús es el Mesías encarnado, Juan de forma rotunda expresa un reconocimiento que debió ser un escándalo para muchos: "A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer" (1:18). Varios capítulos después el cuarto evangelista describe una escena de Jesús con sus discípulos. Uno de ellos, Felipe, le pide a Jesús el Cristo que les muestre a Dios y entonces creerán. Jesús responde: "¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?" (14:9). Para Juan, en Jesús se personifica Dios como es y a los seres humanos como deberían ser.

El Verbo encarnado de Juan, hecho cuerpo, huesos y sangre, transita por caminos polvorientos y se relaciona con todo tipo de personas e interactúa con ellas en sus propias circunstancias. En el capítulo dos encontramos a Jesús en una ceremonia nupcial y consiguiente fiesta que tuvo lugar en Caná. Tras este episodio sucede la confrontación de Jesús con los mercaderes del templo, quienes abusaban de los más desposeídos, al encarecer los elementos necesarios para presentar ofrendas en el templo. En el capítulo siguiente, un importante fariseo, Nicodemo, acude por la noche a Jesús para hacerle preguntas. Nicodemo no recibe la respuesta que buscaba, sino que Jesús le plantea nuevos cuestionamientos y le dice que es necesario otro comienzo en la vida al presentarle la necesidad de nacer de nuevo.

Una escena que conmueve y apasiona es la del capítulo cuarto. Juan describe con sensibilidad y maestría la forma en que Jesús rompió con prejuicios históricos creados por el etnocentrismo judío. Para evadir a sus perseguidores, un grupo de fariseos recalcitrantes y fundamentalistas, Jesús decide salir de la región de Judea para ir a Galilea. Él y sus discípulos debieron pasar por Samaria, cuyos habitantes tenían hondas disputas religiosas y políticas con los judíos. En una aldea samaritana, Sicar, Jesús se queda solo mientras sus discípulos fueron a comprar alimentos. El evangelista Juan dice que Jesús "cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Era como la hora sexta"; es decir, las 12 del día. Lo que sigue es un diálogo insólito en el contexto sociocultural de entonces.

La mujer de Sicar, por su condición de samaritana, sabía bien lo que significaba ser discriminada por los judíos. Estos consideraban inferiores e impuros a los de la región de Samaria. Además por haber tenido cinco maridos y cohabitar al momento de su encuentro con Jesús con uno que no lo era, la mujer había sido excluida y señalada como indeseable por los habitantes de Sicar. Esta es la razón por la cual ella iba por agua cuando no había alguien más en el pozo. Al regresar los discípulos de Jesús quedaron atónitos por hallar a su maestro conversando con alguien de Samaria y ¡mujer! Ella, cuenta Juan, se convirtió en seguidora de Jesús. Además, "muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer" (4:39).

Son muchas las descripciones joaninas del Verbo encarnado posteriores al cálido encuentro de Jesús con la samaritana. En las andanzas de Jesús por los márgenes de aquella sociedad sana al paralítico de Betesda, alimenta a las multitudes que le seguían, sus familiares no aceptaban sus pretensiones mesiánicas ("Porque ni aun sus hermanos creían en él", escribió Juan en el capítulo siete, versículo cinco), cuando una turba justiciera quiso apedrear a una mujer sorprendida en una relación adúltera, él puso en cuestión la autoridad moral de quienes hipócritamente juzgaban a otros al tiempo que solapaban a sí mismos su doble vida, profundamente entristecido lloró por la muerte de su amigo Lázaro, dio luz a los ciegos y recriminó la ceguera espiritual de los liderazgos religiosos. Fueron tantas las acciones de Verbo que de forma hiperbólica Juan concluye su escrito así: "hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir" (21:25).

En el capítulo inicial de su Evangelio, Juan usa la imagen de la luz que resplandece en las tinieblas para describir a Jesús. Otro poeta, el español Juan Carlos Rodríguez Búrdalo, recurre a ese mismo imaginario y lo refleja con belleza:

Navidad, 2015
La Luz que ha de venir está llegando
y es tanto lo que llega en la venida
que no cabe en el pecho tanta vida,
aurora tanta al corazón llamando.
Es tal la claridad en su porfía
de abrir un ventanal y hacerse lecho,
que baja las estrellas sobre el pecho
del mundo en Navidad. Y un nuevo día
nos abre a la Verdad, como tocando
con nieve cereal lo más profundo
del largo anochecer que ciega al mundo.
La Luz que ha de venir está llegando.