La Revolución y los embotellamientos de tránsito

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La Revolución y los embotellamientos de tránsito

A 105 años del inicio de la Revolución Maderista de 1910, los coahuilenses nos seguimos poniendo muy folclóricos y recordamos todavía a los susodichos héroes, con desfiles de carros alegóricos y jinetes en sus caballos. En todos los desfiles participan los charros, en recuerdo a que la revolución se hizo a caballo… y en ferrocarril. 

Aunque el ferrocarril fue vendido a particulares en el sexenio de Ernesto Zedillo; otro neoliberal, su antecesor y “amigazo del alma”, Carlos Salinas de Gortari, vendió a sus amigotes las empresas del Estado. 

De tal forma que en esa Docena trágica, los neoliberales adquirieron lo que tanto han presumido los priístas: las instituciones producto de la Revolución Mexicana. Aunque el ferrocarril fue producto en principio del Porfiriato, durante los gobiernos emanados de la Revolución se instalaron la mayoría de las vías férreas de que hoy disfrutan las trasnacionales estadounidenses y canadienses. 

Pero volvamos al aniversario de la Revolución Mexicana. Dicen los historiadores que la serie de revueltas armadas que conocemos con este nombre unitario, dejaron un millón de muertos. Pero no se han puesto de acuerdo. 

A veces pienso melancólicamente que si don Porfirio hubiera tenido hermanos, no se hubiera derramado tanta sangre: se hubieran pasado el poder entre ellos como se estila en estos tiempos en la cuna de la Revolución Mexicana. En mayo de 1911, don Porfirio abandonó el poder, reconociendo así el triunfo del movimiento armado de don Francisco I. Madero. 

Posteriormente, en 1913, ya sentado cómodamente en la silla del águila, don Francisco fue traicionado y asesinado junto con José María Pino Suarez, en lo que se ha denominado La Decena Trágica. Se sienta entonces en la susodicha silla —sigamos la secuencia telenovelesca—el traidor Victoriano Huerta. 

Más sangre. Don Venustiano Carranza, gobernador de Coahuila, dijo ahora es cuando, y aprovechando que las noticias se tardaban semanas en llegar, lanzó su Plan de Guadalupe, en la hacienda del mismo nombre, sito en el municipio de Ramos Arizpe. (No había por entonces Internet ni redes sociales, solamente el telégrafo, pero siempre había un chango, no como el de “El Chapo”, sino un poquito más evolucionado, trepado en el poste oyendo las conversaciones, por eso mejor, más mejor, mandaban emisarios a caballo). 
Por el rumbo de la Muralla, esta conmemoración se ha convertido en el acto folclórico central de la clase política coahuilense. 

Con el llamado Plan de Guadalupe, don Venustiano Carranza se proclamó Primer Jefe del Ejército Constitucionalista. Luego, el mes de agosto, en la ciudad de Aguascalientes, se juntaron los convencionistas, Zapata, Villa y compañía. De esa reunión salió otro coahuilense ungido primer magistrado de la nación, Eulalio Gutiérrez. (Por cierto, no hay registro de descendencia pegada al presupuesto de los próceres revolucionarios, salvo la de don Eulalio. Los cachorros de la Revolución gutierrista siguen sirviéndose con la cuchara grande del inacabable cazo del presupuesto). 

Después de la Convención hidrocálida, don Venustiano abandonó la capital del País. Lo mataron en un paraje en el estado de Puebla, en una noche lluviosa, por órdenes de Álvaro Obregón. 

Luego le tocaría al propio Álvaro Obregón, mientras departía con los jilgueros de la capital, en un restaurante llamado La Bombilla: el activista católico José León Toral le incrustó varios plomazos a quemarropa (cuando los activistas católicos usaban armas y no puros micrófonos de la radio y la televisión). 

Más sangre. Durante la presidencia del fanático laico Plutarco Elías “Cállese” —así decían cuando alguien preguntaba quién había mandado matar a Obregón—, el movimiento cristero tomó las carabinas y se enfrentó al supremo Gobierno. 

Luego inventaron el PRI con el nombre de PNR y PRM. Con la fundación de este instituto político, se amansaron las aguas durante varias décadas. 

Más sangre. En 1969 había muerto en un sospechoso accidente aéreo Carlos Alberto Madrazo. En marzo de 1994 asesinaron al candidato presidencial Luis Donaldo Colosio. Por septiembre de ese año, fue victimado también José Francisco Ruiz Massieu, delito por el cual estuvo en la cárcel su cuñado, y hermano del presidente recién salido, Raúl Salinas de Gortari. 

La historia de la Revolución Mexicana, como la de todas las revoluciones, está marcada por traiciones, deslealtades, asesinatos y mucha sangre derramada. Lo menos grave que ha ocasionado son los congestionamientos de tráfico propios de todo 20 de noviembre. ¡Viva la Revolución, aunque cause embotellamientos automovilísticos! 

www.jesuscarranza.com.mx