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Manejo del ego
“Las personas que están lo suficientemente locas como para pensar que pueden cambiar el mundo, son las que lo cambian”. Así comienza Walter Isaacson la biografía de Steve Jobs, el desaparecido fundador de Apple.
La frase fue tomada de un anuncio de la televisión al que el propio Jobs le prestó su voz. Esa frase dice mucho de la filosofía del gigante tecnológico y, probablemente, también de la personalidad de su creador, un hombre hecho a sí mismo al que no le asustaba alardear públicamente de sus logros.
La pregunta es, ¿hasta qué punto los egos han contribuido a los éxitos profesionales de personalidades como Steve Jobs, Bill Gates y Richard Branson —los magnates de Apple, Microsoft y Virgin, respectivamente?
Son muchos los que piensan que esos destacados emprendedores le deben mucho a su propio ego. “Hay que recordar que el ego nos da de comer”, dice Pilar Jericó, presidenta de la Consultura Be-Up.
En la misma línea, Pere García, máster coach de TIisoc Coaching, asegura que “el ego, bien entendido, nos permite estar conscientes de la importancia que tiene ser el centro de nuestro propio mundo, ya que ese es precisamente el primer paso hacia la autoestima y la autoconfianza de cualquier persona”.
Entonces ¿por qué el ego tiene tan mala fama? Lo que pasa es que actitudes arrogantes, egoístas y carentes de empatía y de sentido hacia los compañeros son algunos de los pecados que se le suelen atribuir al ego, cuando hace acto de presencia en los entornos de trabajo. De ahí que preocuparse de manera exagerada por uno mismo, no sea vea como algo aceptable por la mayoría de la gente.
Lo que dicen los expertos
Los especialistas dicen que todo en la vida es una cuestión de grados.
“El ego no es malo en sí mismo. Un escaso nivel de autoestima nos puede hacer vulnerables, mientras que un exceso nos hará perder perspectiva y habilidades emocionales y sociales, que son fundamentales para el desempeño profesional”, asegura Pere García.
La terminología también puede ayudar a definir mejor esa frontera que se ha credado entre el ‘ego bueno’ y el ‘ego malo’. Borja Milans del Bosch, de Coaching 360, marca una diferencia de matiz entre ‘ego’ y ‘amor propio’. “El ego es una imagen ficticia que nos construimos de nosotros mismos y que nos cuesta mucho sostener, mientras que el amor propio tiene más que ver con saber quién eres para poner en juego lo mejor de ti y superar situaciones adversas”, indica Borja. Y eso es más valioso.
El curso ‘Liderazgo Ejemplar’ que Borja Milans imparte en empresas y distintas escuelas de negocios cuenta con un módulo específico dedicado a la gestión del ego, como algo que, mal manejado puede llegar a ser nocivo y destructivo.
“Cuando el ego toma el control del profesionista”, dice Borja, todo se convierte en una competición: ya sea por una posición dentro de la empresa, por un salario o por adquirir el coche último modelo que desea comprar.
Y esto genera un gran desgaste, tanto, que suele llevar a quien lo padece, al sufrimiento y a la soledad”, asegura Borja.
El otro escenario
El trabajo en equipo es otro de los escenarios en los que un ego muy elevado puede ser un invitado indeseable. Ricardo Sampablo, director de Grupo Actual, advierte sobre los peligros que implica tener una ‘estrella’ dentro del grupo de trabajo.
“A veces, el hecho de que un empleado sea muy talentoso y resolutivo, ensombrece todo lo demás. De hecho, la gerencia de la empresa suele consentir y privilegiar a estos individuos por sus buenos resultados, pero eso crea agravios comparativos entre sus compañeros.
Uno de los retos del buen líder es precisamente comprender y gestionar los egos de los distintos miembros del equipo de trabajo, orientándolos de manera que todos se sientan importantes, pero nadie imprescindible”.
Pilar Jericó recuerda cuando, años atrás, asistió a un curso de perfeccionamiento directivo en una universidad norteamericana (la Universidad de California en Los Ángeles o UCLA).
Allí le llamó la atención que cada vez que el profesor hacía una pregunta eran muchas las manos que se alzaban. La razón era que en aquella asignatura las intervenciones de los alumnos en clase contaban tanto o más que las calificaciones del examen final.
Cuando, tiempo después, Pilar intentó aplicar esa misma metodología en las clases que ella impartía en una universidad madrileña, sus alumnos no le entendieron. ¿La razón? “La cultura española es afiliativa”,asegura Pilar. “Nos gusta formar parte del grupo y evitamos sobresalir en exceso por temor a ser penalizados.
“Esto lo podemos observar en las reuniones internacionales, donde es habitual ver a los anglosajones intervenir activamente mientras los hispanos permanecemos en segundo plano”.
¿Quiere decir esto que a los hispanos les interesa menos la cuestión o que tienen poco que aportar? En absoluto. Sin embargo, su actitud puede ser interpretada como desinterés”, explica la presidenta de Be-Up.
¿Qué hacer entonces? ¿Es mejor esconder la brillantez personal para que no le tachen a uno de arrogante?
Pilar Jericó no lo aconseja. “No hay que reducir nuestro potencial porque nos haríamos un flaco favor. Como me dijo alguien una vez: ‘es mejor hacerse perdonar la inteligencia, que pasar por tonto’.
“La inteligencia se puede amortiguar con el sentido del humor: reírse de uno mismo, mostrar humildad, reconocer las debilidades o escuchar las opiniones de los demás, son algunas de las estrategias que se utilizan para disminuir ese rechazo que los demás pueden experimentar hacia nosotros cuando exhibimos nuestras habilidades”.
En definitiva, señala Pilar, “si no estás dispuesto a asumir que puedes no gustar, o caerle mal a alguien, entonces te queda la opción de mostrarte inteligente en vez de exhibir tu propio ego”.
Áreas imprescindibles
Existen determinadas situaciones en las que contar con niveles saludables de ego no sólo está bien visto, sino que puede ser muy recomendable para destacar e incluso para sobrevivir.
Por ejemplo, la especialidad de Pere García es la de coaching deportivo, y en la actualidad asesora a varias federaciones de fútbol. Él dice al respecto:
“El ego es absolutamente fundamental para sobrevivir en el deporte profesional. Sin altas dosis de autoconfianza y autoestima es imposible progresar en la competición de alto nivel.
“En el área deportiva las condiciones externas e internas del día a día son muy duras y desgastantes, y el mejor antídoto para no desmoronarse es el ego”, asegura Pere. “Eso sí”, advierte, “una deficiente gestión del ego puede “convertirse en la tumba de muchos deportistas y entrenadores.
Por lo tanto, dedicarle tiempo al deportista y a su relación con el equipo a través de charlas individuales y grupales, es tanto o más importante que la preparación física, la técnica o la táctica”.
“Otro campo en el que la autoestima cobra una especial significancia es el artístico, donde muchos de los mejores actores y actrices son bastante inseguros”, dice Katrina Bayonas, directora de una agencia que gestiona y representa carreras de artistas como Penélope Cruz, Jordi Mollá y Elena Anaya.
Katrina asegura que existen muchos mitos alrededor del ego de los actores. “Pero la gran verdad es que el ego les ayuda a enfrentarse a sus demonios. En efecto, para ser buen actor hace falta tener una inteligencia aguda.
La humildad, la empatía y la humanidad son cualidades esenciales para poder triunfar ante el gran público.
“Pero creerse el más alto, el más inteligente o el más guapo, no es necesariamente una forma de ser que solamente enarbolan los tontos.
De hecho, con frecuencia, si usted desea destacar, debe darle la bienvenida a su propio ego. (El Universal)