La planta del sé
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La planta del sé
Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre la faz de toda la tierra; y todo árbol en que hay fruto de árbol que da semilla, os serán para comer: Génesis 1: 29.
No sé por qué se ha satanizado tanto la mariguana, si hasta don Vicente Fox es un defensor a ultranza de legalizar la ingesta de mota con el argumento de que así acabaría la delincuencia organizada.
Y no sólo Vicente está a favor de la legalización, también gente pensante como Héctor Aguilar Camín y Jorge Castañeda; además de los dirigentes de lo que queda del Partido de la Revolución Democrática.
“La despenalización de la mariguana es un paso arriesgado, pero por lo pronto eliminará toda la delincuencia criminal asociada al narcotráfico, que está causando verdaderos estragos”: Mario Vargas Llosa.
Y no es Vicente Fox el primer presidente que se pudo dar unos buenos toques, recordemos que don Francisco I. Madero solía realizar retiros espirituales en la Sierra de la Paila para contactar seres etéreos que lo inspiraron a escribir “La Sucesión Presidencial de 1910”.
Hay quienes aseguran que en esa parte de Coahuila abunda el peyote, inclusive de mejor calidad que el que se produce en los cerros de Real de Catorce. De ser cierta esta afirmación, la Revolución Maderista pudo haber tenido su inspiración en esta mata del desierto.
Contrario a los efectos del peyote, que puede inspirar revueltas armadas, la flor de las adormideras tiene —dicen— efectos más tendientes a la paz y la reconciliación del ser humano con su semejante y su medio ambiente. Engáñame y no me quieras.
Quién no ha contemplado en una tarde lluviosa cómo se estrellan las gotas contra los pétalos de las flores y escuchado el aleteo de las orejas de los elefantes al volar. “Péguenle para que nadie les cuente”, suele decir un poeta de barriada que recorre las calles de Saltillo arrastrando un montón de liachos. Cuando lo detienen los policías y le preguntan:
—¿Dónde está la mota?
Él suele responder, llevándose el dedo índice de la mano derecha a la cabeza:
—Aquí, mensos.
“Probé la mariguana una vez. No aspiré el humo”: Bill Clinton.
Es más, hay quienes dicen que la ingesta de alcohol tiene más efectos negativos en el ser humano que tres toques de la Golden Acapulco. Será cosa de que los investigadores y especialistas en sustancias alucinógenas empiecen a quemarse el coco para que enriquezcan el debate, después del fallo de la Tremenda Corte de autorizar a cuatro ciudadanos a cultivar y consumir mariguana con fines recreativos —aunque dícese que los ciudadanos privilegiados con la resolución de los ministros, ni siquiera la fuman: qué desperdiciados—. No tardarán algunos tipos con aire de intelectualidad, en iluminarnos con sesudos análisis sobre los efectos en la sociedad y el organismo de la mariguana.
“Apoyo la despenalización, porque la gente fuma mariguana de todas maneras y hacerlos pasar por criminales es delirante”: Paul McCartney.
Antes de que más ciudadanos interpongan recursos ante la Tremenda Corte, sería bueno que el Poder Legislativo empiece a debatir sobre el tema, aunque lo más seguro es que muchos legisladores sigan soñando con un México mejor.
“La mariguana causa amnesia y otras cosas que no recuerdo”: Woody Allen.
En nuestro país, se empezó a popularizar la mota a raíz del magno concierto de rock que se celebró a inicios de la década de los setentas en el Estado de México: el famoso Avándaro. En ese lugar se dieron cita varias bandas de rock, era tanto el humo que la raza creía que el Popocatépetl había cambiado de ubicación. Al final aquello terminó en un encueradero general.
—Vámonos a Atizapán en moto— decían, en clave.
En el Tec de Monterrey hay un letrero que dice: “No pisar el césped”.
En la UNAM, cuando estaba tomada por Alejandro Echavarría, alias “El Mosh”, había un letrero que decía: “No fumar el césped”. Cuando las autoridades desalojaron a todos los porros, sacaron de los jardines de Ciudad Universitaria plantas de mariguana en cantidades industriales…
Hasta 1970, la mota había sido “un vicio de soldados y de sirvientas”, como decía la clase media de entonces. A partir de ahora, la cucaracha revolucionaria ya podrá sembrar en la azotea, y consumirla en la intimidad del hogar, esta planta tan buena como todas las demás cosas que creó Dios sobre la Tierra.