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Aborto espontáneo: Lo que no se debe decir
MADRID.- Hay temas sobre los que necesitaríamos hablar, y sin embargo, dejamos que se hundan en un extraño silencio social. La razón es muy simple: no sabemos cómo abordarlos. Uno de esos temas es la pérdida de nuestro bebé durante el embarazo.
Según la datos de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO) el aborto espontaneo clínico se produce en el 10 y el 20% de los embarazos. La mayoría de ellos, el 85 %, sucede antes de las 12 semanas, y se considera que si una gestación llega a la séptima semana con una ecografía normal, la probabilidad de aborto es mucho más baja, algo inferior al 5 %.
Sin embargo, el hecho de que la maternidad cada vez se retrase más ha aumentado el número de casos. Hay que tener en cuenta que el riesgo aumenta con la edad, siendo del 11’9 % entre los 25 y 29 años, del 15% entre los 30 y los 34, del 24, 6 % entre los 35 y 39, y de un 51 % entre los 40 y 44 años. Pese a estas cifras, la realidad es que cuando esto le ocurre a alguien cercano, seguimos sin saber cómo reaccionar, qué es lo que puede ayudar, y lo que sólo puede servir para, inconscientemente, hacer mella en el dolor.
“En España existe una escasa consideración tanto social como sanitaria de este tema, en el que la vida y la muerte paradójicamente van unidas. Es una situación para que la que nadie está preparado y por ello es tan complicado saber qué decir o hacer”, explica el psicólogo clínico Miguel Rizaldos. Este “silencio social” en torno al aborto espontáneo supone que “la pareja afectada lo viva en soledad, que no es precisamente el modo más saludable de superarlo”.
Virginia Fernández, psicóloga en el Centro Psicológico Insight, apunta desde su experiencia profesional, que la pérdida del bebé durante el embarazo no suele ser un tema frecuente de consulta, “al menos, en las primeras fases, puesto que en la mayor parte de casos se considera que es normal pasar el duelo, que incluye tristeza, rabia, culpa, miedo…”. De nuevo, este silencio, lleva muchas veces a no pedir ayuda cuando se necesita – seguimos pensando que acudir al psicólogo es algo extraño, en vez de visualizarlo como una ayuda en momentos complejos que todos pasamos– y a acudir a consulta cuando es demasiado tarde. “Normalmente las parejas acuden porque ha transcurrido un tiempo razonable de afrontamiento de la pérdida y no han conseguido superar de forma adaptativa el proceso en sí de duelo. Es por ello que en estos casos, la intervención es algo diferente a si se comienza desde el inicio del duelo”.
Quizás ese es parte del problema, que el hecho de no hablar abiertamente de ello, acaba suponiendo que la situación nos afecte más, incluso en el largo plazo. Así lo relata Rizaldos, que ha visto como en su consulta llegan casos en los que “después de largos años desde el acontecimiento, las vivencias de las personas que los han experimentado siguen aún presentes”.
Evidentemente no todos los casos son iguales, y es que como explica el experto, el duelo se complica más según la fase del embarazo en la que haya ocurrido, o si por ejemplo ya se percibían los movimientos fetales. “También influye que sea el primer embarazo, que el hijo sea deseado, programado o no, que se trate de una gestación al final de la vida reproductiva o fruto de técnicas de fertilización, y por último factores psicosociales relacionados con la personalidad y la cultura de la persona afecta”.
Otro factor a tener en cuenta es que la pérdida se centra en la mujer, cuando el duelo también es experimentado por el padre, u otros miembros de la familia. En este punto, Miguel Rizaldos matiza que “el apego materno puede aparecer mucho antes de confirmarse el embarazo, desde que la mujer fantasea con la maternidad, y aumenta cuando nota moverse al feto en su vientre, mientras que generalmente el apego paterno es más intelectual que emocional o físico”. Es por ello que este "vínculo distinto" entre padre y madre genera diferencias en el apego con el feto y, si éste muere, el modo de afrontar el duelo tendrá distintos estilos y ritmos para cada uno.
Lo que nunca deberíamos decir
En ese intento por romper el silencio, por hacer notar nuestro apoyo, o por naturalizar la situación, muchas veces conseguimos el efecto contrario. Y es que hay frases que aunque parezcan reconfortantes, en realidad, solo consiguen remover el dolor sin que sea nuestra intención. Entre ellas Miguel Rizaldos destaca algunas como:
“Si no ha seguido adelante es porque no tenía que nacer”: En este caso el experto insiste en que la mujer ya sabe que si ha sucedido es porque algo no iba bien, pero ella ha perdido a su futuro bebé, con sus esperanzas, ilusiones y temores. “Al sentenciar con un no tenía que nacer, queremos eliminar rápidamente cualquier rastro negativo del suceso, y sin querer estamos tratando de eliminar también todo lo positivo que la mujer había creado”.
“Tranquila, eres joven, ya tendrás más”: En ese ideal social de no sentir nunca tristeza ni emociones negativas, “ya no sólo queremos eliminar las nuestras, sino también las de los demás. Con esta frase queremos borrar rápidamente el recuerdo de lo negativo en la vida y esto es imposible forma parte de la vida”.
“Mejor ahora que estás de pocas semanas que después de varios meses”: Es un intento de minimizar el problema, haciendo ver que la situación podría ser peor, pero lo que conseguimos es no dar valor al sufrimiento que esa persona siente en ese momento, “despreciando por tanto el modo el sentir de la persona que ha sufrido la pérdida”.
“Tienes que mirar hacia delante”: Siempre tratamos de solucionar los problemas de los demás intentando tranquilizar, calmar, aliviar o bloquear la pena de la persona ajena, sin darnos cuenta que lo que hacemos es reprimir emociones que es necesario que salgan para vivir proceso de una forma sana. “Nunca debemos negar a la pareja el derecho a manifestar las emociones de desesperación, pena, angustia y miedo”, puntualiza Rizaldos, que en cambio anima a “acompañarles para que no se sientan solos”.
“Lo mejor es que volváis a intentarlo en seguida”: Virginia Fernández también apunta en este caso a que en los primeros momentos es mejor pasar el duelo de esta pérdida, antes de empezar a visualizar el siguiente proyecto, y que por lo tanto, puede no ser el consejo más acertado. “La pérdida es una pérdida de un ser que ya tiene identidad, aunque no haya nacido. Por lo tanto, hay que dar un tiempo antes de comenzar a hablar de otro embarazo, porque, al fin y al cabo, no es un embarazo más, sino una identidad familiar más”.
El apoyo que sí está en nuestras manos
La psicóloga insiste en antes de usar alguna de estas frases, “es preferible expresar las emociones antes que los razonamientos”. Para ello podemos hacer uso simplemente de nuestra expresión corporal. Un apretón de manos, una caricia, un abrazo, o una sonrisa en el momento adecuado pueden ser la mejor forma de comunicar lo que queremos.
Rizaldos, por su parte, se muestra de acuerdo con esta idea. “Si no sabes qué decir, no digas nada. No estamos obligados a hacerlo y en ocasiones así, no hay nada que podamos decirle a esa pareja que le haga sentir mejor”. Lo ideal es tener claro que cuando una mujer ha perdido un embarazo necesita sentirse acompañada, apoyada y comprendida. Así, hay que entender que necesita manifestar y expresar sus emociones aunque sean negativas. “Llorar, darle una identidad a ese hijo que no nació, aceptarlo como una vivencia más de su vida, despedirlo, sentirse que fue acompañada por él, como de otro hijo”. En este sentido no hay nada mejor que podamos hacer que escuchar, ofrecer nuestro hombro, y tener una mirada comprensiva en los malos momentos. “No existe una receta ideal, pero lo mejor que podemos hacer es decir un lo siento y dar un abrazo. (© EL PAÍS, SL. Todos los derechos reservados)