Jesús Valdés
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Jesús Valdés
El soldado, el atleta, el labrador… todo está en la Biblia sabiéndola leer. Todo está en la palabra de Dios; desde un buen personaje, hasta el mejor poema.
En la segunda epístola a Timoteo, su joven discípulo y de estructura física débil, Pablo de Tarso le conmina a ser un soldado (el cual sufre penalidades, pero no se va de la ofensiva), un atleta (el cual combate legítimamente para lograr la corona) y un labrador (el cual para recoger frutos, primero debe sembrar y trabajar). 2ª Timoteo 2: 4-7.
Ésto y no otro ser humano es lo que representa para mí, mi amigo, el gran actor y director de teatro, el intelectual Jesús Valdés (1950-2015). Fue un soldado del arte escénico donde todo el tiempo le escatimaban el peso invertido, pero éste jamás dejó el tejido del campo: los escenarios, los teatros, la calle. Fue un atleta el cual logró todas las medallas y reconocimientos posibles porque amén de merecerlos, lo logró legítimamente sin marrullerías y menos ser parte de la obesa burocracia oficial. Fue un labrador: sembró la semilla del arte todo, haciendo hincapié en la dramaturgia.
Su mítico grupo “La Estufa” forma parte del arte y legado vivo de Coahuila, no de un triste y polvoso museo como los que promueve Ana Sofía García Camil: arte muerto, pájaros muertos en su rama, talleres de grabado mustios y sin brillo.
Hoy que andamos justos de genios en la cultura, a don Jesús Valdés, al maestro Valdés se le ocurre irse y nos deja en orfandad. Y con él se fue el soldado, el atleta, el labrador… el gran actor y director de teatro.
¿Cuándo conocí a Valdés? No sé. Nos conocíamos desde siempre. Los que pertenecemos a esta casta divina nos ubicamos y nos conocemos desde siempre. Qué le vamos hacer, Dios nos dio la sesera y con ella, la inteligencia, atributo humano y divino. Al maestro Valdés entonces lo conocí desde siempre. Su corpulencia era del tamaño de su inteligencia y bondad. No pocas sino hartas veces tomamos desde un buen café hasta claro, tragos y tragos de inacabable tequila, cerveza y todo lo bebible en alcohol. En mi pálida memoria ya de hombre mayor que soy, recuerdo una tertulia en especial. Creo no cometer una infidencia al narrarla aquí.
Era un día antes del día de las madres, 10 de mayo. O pudo haber sido el mero día o pudo haber sido un día después.
El año menos lo recuerdo. Pero fue por tan alto motivo la feliz coincidencia de tres contertulios en una cantina del ahora calamitoso centro de Saltillo. Coincidimos el maestro Valdés, el poeta Alfredo García Valdez y quien ésto escribe. Agarramos charla pareja, sin tener tema aborrecido.
Esquina-bajan
El verbo se mojaba en “caballitos” de tequila y cerveza. Las rondas eran absorbidas por nuestras carteras en tandas parejas. Aquello era una fiesta hasta que asomó un tema doloroso en los tres: pues sí, era el día de las madres. Y daba la casualidad que ninguno teníamos ya madre. Nada más fraterno en una mesa de borrachos mexicanos que brindar por la madre ausente. Así lo hicimos. La gran fraternidad del alcohol nos arropó y aquella placentera reunión aún la tengo tatuada a fuego en mi alma.
Asistí a casi toda las puestas en escena del maestro Valdés. Lo recuerdo como actor y como director. Pero, tal vez la que más repaso es aquella que hizo época e historia, “Las Vírgenes Prudentes”, con un René Gil espléndido a más no poder.
El teatro estaba siempre a reventar. Se pagaba por entrar. Las funciones se sucedían una tras otra y los ciudadanos, los espectadores fueron los encargados de recomendar de boca en boca la función, el montaje: un éxito rotundo. Don Jesús Valdés lo vivió todo, lo bebió todo, lo regaló todo y lo disfrutó todo. Un ser humano de semejante estatura es un bendito de Dios, de nadie más.
Estatua ambulante y perenne, su galanura y corpulencia se destacaban en las calles somnolientas de Saltillo. Siempre lo topaba y trabábamos grata charla en cualquier sitio, incluyendo un lugar preferido de ambos: “La Plaza de los Guevones” (también se le dice la “Plaza de los Pájaros Caídos”), la Plaza Acuña, frente al Teatro García Carrillo. Para mi fortuna fue hace poco tiempo cuando aún le vi y nos saludamos con el aprecio y afecto de siempre. Esa ocasión y como siempre, imitaba a la letra gestos y actitudes de los políticos en turno, esa ocasión realizó una genial parodia de Rubén Moreira y sus modos de estar en público. Éste y no otro era el maestro.
Letras minúsculas
El soldado, el atleta, el labrador… el gran actor y director. Descansa buen Jesús Valdés. Descansa maestro.