Usted está aquí
Queda prohibido en México electrocutar perros para sacrificarlos
Por Paris Martínez (@Paris_Martinez) para Animal Político
En agosto pasado, se prohibió el uso de la electrocución en territorio nacional como método para matar a perros confinados en instalaciones de control animal, procedimiento que fue legal en México durante los últimos 19 años.
Con la modificación a la Norma Oficial Mexicana 033, de ahora en adelante el único método autorizado para dar muerte a los perros bajo custodia de centros antirrábicos y de control canino es la sobredosis de anestésicos, con el objetivo de evitarles el dolor y la angustia. Hasta antes de esta reforma, este método estaba reservado para mascotas y animales de compañía.
La versión anterior de la Norma 033 –que estuvo vigente entre julio de 1996 y agosto de 2015–, autorizaba a las perreras de todo el país la aplicación de descargas eléctricas hasta por 40 segundos en perros previamente mojados, a los cuales se les conectaban pinzas en la base de la cola y en la base de la nuca para darles muerte.
Esta forma para matar a los perros, conocido en la Norma como “electrosensibilización”, se encontraba en el capítulo titulado “Trato humanitario para el sacrificio de los animales de compañía”, mismo que fue completamente modificado en la nueva versión de este ordenamiento, publicado en el Diario Oficial de la Federación el pasado 26 de agosto.
“Ese procedimiento –explica la doctora Beatriz Vanda, secretaria técnica del Programa de Bioética de la UNAM y quien formó parte del comité consultivo que redactó la nueva Norma 033– representa una verdadera tortura para los animales, una tortura horrible. Lamentablemente, la electrocución es una práctica común en todo el país y, por eso, costó muchísimo trabajo modificar ese tema, porque es un método que está muy arraigado en los centros antirrábicos (…) en muchos lados usan corriente eléctrica sin ningún control, y si los animales no pierden la consciencia, le suben y le suben (al voltaje de la descarga), y entonces el animal no muere realmente electrocutado, sino quemado”.
Sin embargo, destacó, gracias a la presión de los grupos civiles defensores de animales, en la nueva Norma 033 el único método que finalmente quedó avalado para dar muerte a perros es la sobredosis de anestesia, luego de un periodo de “tranquilización” de 10 minutos.
Sólo en una situación de emergencia –que haga necesario matar al animal en el momento, sin que haya tiempo de aliviar su dolor o sufrimiento, como en un caso de sacrificio sanitario, o cuando el perro pudiera representar un riesgo inminente para la seguridad de las personas– se autoriza la administración de agentes químicos y, de no contarse con estos, el uso de armas de fuego. Esto, sin embargo, es una medida excepcional.
Aun cuando la antigua Norma sólo autorizaba electrocutar perros, éste es un procedimiento que también se emplea contra gatos confinados en centros de control sanitario, además de que ambas especies también suelen morir a golpes de garrote, ahogados, ahorcados y asfixiados.
En la nueva Norma 033, en contraste, ninguna de estas prácticas queda avalada y, por el contrario, se establece que “a ningún animal se le dará muerte por envenenamiento, drogas curariformes, paralizantes musculares, asfixia, inmersión en agua, por golpes o por cualquier otro procedimiento que les cause sufrimiento, dolor, ansiedad o que prolongue su agonía”.
Otros avances
Anteriormente, los gobiernos municipales no contaban con facultades para hacer valer las regulaciones relativas al sacrificio de animales ni vigilar la operación de los miles de rastros y perreras de las pequeñas localidades.
La nueva versión de la Norma 033 confiere facultades a los ayuntamientos del país para que hagan valer las nuevas reglas para el sacrificio animal.
“Ahora –explica la doctora Vanda– todos los rastros municipales deberán aplicar estas técnicas, y los gobiernos municipales deberán asegurarse de que así sea. No será sólo una responsabilidad federal o de los gobiernos estatales y eso es muy importante, porque era un vacío legal en la norma anterior, y en los rastros municipales es donde más sufren los animales: los golpean con martillos, con tubos, o cuando usan la pistola aturdidora, lo hacen mal”.
De ahora en adelante, los gobiernos municipales no sólo no podrán lavarse las manos ante este tipo de abusos, sino que tienen la obligación de prevenirlos.
Un avance más es que el uso de arreadores eléctricos quedará restringido para uso excepcional en bovinos de más de media tonelada, sólo en sus cuartos traseros y nunca de forma reiterada.
“Estos instrumentos –señala la especialista– se usan en todo tipo de animales y son realmente herramientas de tortura, que los hacen sufrir mucho porque los emplean indebidamente para dar descargas en cualquier parte del cuerpo, descargas prolongadas o repetitivas, y eso ahora está prohibido expresamente.”
Además, con la reforma se obliga a los responsables de rastros a proporcionar a los animales que están por morir un periodo de descanso, así como “libre acceso a agua limpia, fresca y en abundancia”, algo que la norma en su versión anterior pasaba por alto.
Así muere lo que comes
En México, cada mes se mata a 66 millones 954 mil aves con fines de alimentación humana.
Las aves son colgadas por las patas en una cadena móvil que al avanzar va sumergiendo sus cabezas en una tina de agua electrificada, con la cual se pretende dejarlas inconscientes, lo cual no siempre ocurre.
Veinte segundos después de este procedimiento, se corta la yugular del animal mientras el corazón sigue latiendo, con el objetivo de que sus últimas pulsaciones expulsen todo el líquido hemático del cuerpo, y así la carne pueda refrigerarse por más tiempo.
Ésta es la técnica autorizada en México para matar aves de consumo desde 1996, método que no varió con la revisión a la Norma 033, la cual, aun cuando mejoró las condiciones en que se mata a perros y gatos, también mantuvo técnicas cruentas para otras especies: la electrificación o el traumatismo craneoencefálico, seguidos del degollamiento, para matar aves, caballos y rumiantes de granja; el confinamiento en cámaras de gases para ganado porcino; golpes con mazos para conejos e, incluso, el descerebramiento y la sumersión en agentes congelantes, para los reptiles como cocodrilos y lagartijas.
Como especialista de la UNAM en medicina veterinaria y bioética, la doctora Vanda explica la complejidad del debate que implicó la revisión a la Norma 033. Es, destaca, un reflejo de la complejidad de las relaciones humano-animal, de las cuales comúnmente la gente no toma consciencia.
“Desgraciadamente –señala– la realidad del mundo, y en concreto de México, es que se tiene que matar animales. Y esto ocurre por muchos motivos, como por ejemplo la investigación, la enseñanza, el desarrollo de productos médicos como vacunas, inmunógenos o sueros; y también hay veces en que se debe matar a un animal porque se lastimó o está enfermo; o cuando hay emergencias sanitarias, cuando vienen epidemias como fue la gripe aviar hace unos años. Pero la principal razón por la cual se producen grandes matanzas de animales es, sin lugar a duda, la alimentación humana.”
Según el Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera del gobierno mexicano, sólo para abastecer el mercado alimenticio nacional, cada mes se mata a 66 millones 954 mil aves; un millón 95 mil cerdos; 501 mil reses; 93 mil cabras y 37 mil ovejas.
“Y efectivamente –subraya la doctora Vanda–, por desgracia casi todos los métodos para dar muerte a estos animales son muy cruentos, porque cuando se trata de animales destinados al consumo humano no los puedes anestesiar, ya que no deben llevar químicos que afecten la salud de las personas; entonces, a estos animales se les debe matar con métodos mecánicos, como el degollamiento, necesario también para que el animal se desangre. Pero si esto no se puede evitar, lo que sí se puede hacer es evitarles dolor, angustia y sufrimiento, por ejemplo, podemos garantizar que estén inconscientes antes de matarlos.”
“Es por eso –continúa– que se les da una descarga eléctrica (como a las aves), o un golpe con herramientas diseñadas para tal fin (como al ganado), que los aturde, los insensibiliza, y entonces se procede a matarlos. Pero esa es la tragedia, ese es el horrible dilema: que el costo del bienestar humano es el sufrimiento de otras especies.”
La doctora Vanda no cree que la nueva Norma 033 sea “ideal”, pero cree que “su nueva versión está menos mal que la anterior”.
“Hubo métodos que no se pudieron suprimir o perfeccionar. El sector privado, por ejemplo, los representantes de los rastros, alegaron que muchas cosas no se pueden hacer porque no es costeable. Entonces, se refinaron las técnicas y eso es un progreso. En el caso del aturdimiento eléctrico, ahora los operadores cuentan con tablas para calcular el voltaje y el amperaje necesarios, según el tipo, el peso y la cantidad de animales que recibirán la descarga, y están obligados a usar esas tablas. Y todo esto era muy necesario, porque con la versión anterior de la norma se daban casos en los que el voltaje no era el correcto y en vez de llevar a los animales a la inconsciencia, los quemaban vivos.”
Epílogo: ¿quién es responsable?
La doctora Beatriz Vanda explica que las aves que mueren para consumo humano tienen un rango de vida natural de entre cinco y diez años, según la especie. Sin embargo, explica, estas aves mueren a las siete semanas de haber empollado.
Los cerdos, por ejemplo, pueden vivir hasta 15 años, pero los matan a los cinco meses de vida. “Esto quiere decir que si fueran humanos, los animales que nos comemos serían bebés o niños”, dice la doctora Vanda.
¿Por qué? “Esto reduce los costos de producción: mientras más rápido puedas sacar el producto al mercado, más rápido lo vendes y recuperas tu inversión. Mientras menos tiempo tengas que alimentar al animal, menos inviertes en él y más rendimientos generas. Buena parte del sufrimiento que causamos a los animales es consecuencia de querer bajar los costos de producción, de obtener el máximo rendimiento. Es bajo esa lógica que los animales viven encerrados en el mínimo espacio, transportados de forma horrible, matados de forma horrible”, dice Beatriz Vanda.
Sin embargo, el futuro no es sencillo. “Yo creo que incluso la nueva Norma 033 no va a ser fácil de aplicar y en buena medida eso pasará por desconocimiento de la población: no estamos acostumbrados a leer las leyes o las regulaciones, ni siquiera aquellas que nos atañen directamente, y por lo mismo no sabemos reclamar nuestros derechos o hacer cumplir la ley”, dice la doctora Vanda. “En Europa mejoraron las técnicas para dar muerte a los animales cuando la gente se informó sobre lo que pasaba con su alimento antes de que llegara a sus platos. Y presionaron. Eso sólo pasó porque la gente dijo ‘no queremos comer a este costo’. Esto mismo debe ocurrir en México”.