Disfrute el espectáculo

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Disfrute el espectáculo

Lo invito, mi paciente lector, a contemplar un espectáculo ordinario inusitado. Sucede todos los días del año y por ello se gasta; su atractivo se diluye en lo cotidiano; su sorprendente vitalidad pasa desapercibida, abrumada por las compulsiones de correr tras algo inesperado.

Este espectáculo es luminoso y energizante el día de su estreno: el primer día de clases. El próximo lunes brillarán millones de las estrellas de ese espectáculo: los niños escolares.

No se desilusione, mi querido lector, si la función que le prometo carece de la espectacularidad de un estadio, un teatro o una plaza… si sus artistas solamente representan la inocencia de lo infantil, la alegría de lo cotidiano, la confianza de su presente… si su escenario es la casa, la calle o la escuela… si los comparsas son “un alguien” tan ordinario como una mamá, un tío, una abuela o toda una familia.

Para disfrutar de esta fiesta del primer día de clases necesita despojarse, cuando menos por un rato, de su conciencia crítica que analiza la realidad del proceso educativo a que van a ser sujetados los niños, que juzga y evalúa la vocación y talento educativo de sus mentores, que descubre con pesar las tenebrosas actividades políticas, comerciales y económicas que abusan de la mente de estos millones de niños. Si usted ve con esta lupa crítica (legítima y razonable) el desfile de los niños que van a su escuela en su primer día de clases, no solo no gozará del espectáculo que contagia con su vitalidad, sino que ni siquiera podrá percibir a los niños. Su mente estará tan ocupada de pensamientos críticos que no tendrá espacio para contemplar, solamente podrá razonar, analizar y lamentar la esterilidad de los resultados educativos frente a la altísima inversión de dinero, esfuerzo, personal, tecnología y demás ingredientes del sistema educativo.

Contemple la sonrisa del niño campesino que tiene la riqueza de encontrar otro hogar en la escuela rural; disfrute la silenciosa emoción del obrero cuando observa a su hija forrar sus cuadernos; métase en el corazón de la madre que plancha el uniforme; descubra el orgullo del abuelo jubilado que se renueva igual que su nieto cuando bolea sus zapatos; advierta la sensación de fiesta familiar ante los nuevos días de escuela.

Nútrase de la vida escondida que brota del inicio escolar. Permita estos días la experiencia de contemplar algo tan cotidiano como es la sonrisa de un niño, sus opiniones inocentes, su ilusión de reencontrarse con sus amigos, sus ganas invisibles de aprender, entender, comprender, jugar y correr… permítase encontrar en esa experiencia un misterio vital muy profundo que sostiene a la humanidad: el propósito de ser persona.

El inicio escolar es un espectáculo ordinario en el que los niños protagonizan el proyecto más importante del hombre: convertirse lentamente en persona.

Disfrute el espectáculo y deje para mañana componer todo lo demás…