Videojuegos, violencia y arte (1): Conclusiones inmediatas
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Videojuegos, violencia y arte (1): Conclusiones inmediatas
Todos hemos cometido ese error. Sucede algo y con base en la información a la mano sacamos nuestras conclusiones. Lo más probable es que las compartimos en internet o las exponemos ante nuestros colegas en charlas de pasillo o con nuestros amigos y familiares en una sobremesa y dependiendo del interlocutor podemos ser corregidos, corroborados, aplaudidos o ignorados.
Por lo general, cuando así sucede, la confusión no pasa a mayores. El tema fue tratado en una discusión casual, qué más da si no somos expertos en el tema o qué tan equivocados estemos, pero mientras más autoridad tiene la persona que declara tal barbaridad más preocupante resulta su ignorancia.
Este viernes 10 de enero la trágica masacre que provocó un niño al disparar contra su maestra y sus compañeros antes de acabar con su propia vida dio pie a un comunicado del Gobernador del Estado, Miguel Ángel Riquelme Solís, que expresó mucho más de lo que dijo.
Puedo imaginar más o menos la línea de acontecimientos que llevaron a tal declaración. La información llega: un menor disparó contra varios miembros del plantel luego de pedir permiso a la docente de ir al baño a cambiarse. En las fotos y a través de testigos se confirma que el pequeño se “disfrazó” de alguien, pues para cometer el crimen portaba un atuendo muy particular; pantalón negro, tirantes y una camiseta con la leyenda “natural selection”.
La prensa urge una declaración de la autoridad, el tiempo apremia y el equipo de Riquelme hace lo que puede con lo que hay. Se adelanta a los hechos y en un afán de comenzar a apuntar la mira hacia una dirección y demostrar eficacia encuentra una pista: existe un videojuego “de disparos” con ese nombre.
El caso perfecto, el trabajo está hecho, ¿cuántas veces no se ha acusado a a los videojuegos de generar violencia? Desde Columbine asociado a Doom y hasta todas las ocasiones en que Marylin Manson ha sido fichado como insignia de la mala influencia que todo producto de entretenimiento violento ejerce.
Pero el Gobierno del Estado falló al adelantar sus conclusiones, pues el pequeño no estaba imitando a ningún personaje de videojuego, sino a quienes son los más infames asesinos de masas de la historia, los de la masacre de la preparatoria Columbine, en particular a Eric Harris, quien portó durante el atentado un pantalón negro, tirantes y una playera con esa misma frase.
Que se hayan ido por la solución fácil, con un argumento mil veces refutado a través de investigaciones hechas por la Royal Society y la Universidad de Oxford revela no solo ineptitud, sino también deshonestidad.
Porque en lugar de admitir que no se conoce lo que llevó a un niño a cometer tal atrocidad eligen un chivo expiatorio que no se puede defender, contra el cual no se tomarán medidas y dejarán de lado toda responsabilidad pertinente a las acciones para defender la niñez, promover la buena salud mental y recuperar el tejido social, en un estado cuya capital lidera las estadísticas de suicidios anuales del país.
El Gobernador abrió la puerta a un debate innecesario y mientras discutimos si los videojuegos son violentos o no la fuente de este mal permanecerá oculta e impune.